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El candidato
ANTONIO GRACIA 10.12.2015 | 03:49El candidato
Un hombre libre no puede culpar a nadie del fracaso de sus decisiones. Por eso, en una democracia el fracaso de los gobernantes es el fracaso de los electores. ¿Y qué puede pensarse de un pueblo que para decidir su voto espera a oír a los políticos durante la campaña electoral? ¿Acaso no van a decir estos lo que desean escuchar los votantes?
Un político no es un puñado de palabras urdidas para convencer: un político es su trayectoria, su compromiso verbal convertido en actos: su realidad y solidaridad cotidianas, no sus promesas.
Sin embargo, el ciudadano, deseoso de que se realicen sus sueños, prefiere olvidar los desengaños. Quizá porque la bondad natural humana prefiere no reducir el hombre a sus errores.
Lo que yo vi en el circo televisivo al que llamaron El debate fue a cuatro jinetes de un apocalipsis, en actitud pedigüeñera, sin caballos y desbocados en su carrera por ganar, olvidados de que ser un buen estadista requiere sereno conocimiento, no un torpe y desmañado memorial de buenas intenciones -que tal vez nunca se conviertan en acciones-.
En El candidato, Robert Redford, que juega a ganar unas elecciones sin más programa que el de la estrategia publicitaria, resulta el elegido; entonces se pregunta: ¿Y ahora qué?
Un político no es un puñado de palabras urdidas para convencer: un político es su trayectoria, su compromiso verbal convertido en actos: su realidad y solidaridad cotidianas, no sus promesas.
Sin embargo, el ciudadano, deseoso de que se realicen sus sueños, prefiere olvidar los desengaños. Quizá porque la bondad natural humana prefiere no reducir el hombre a sus errores.
Lo que yo vi en el circo televisivo al que llamaron El debate fue a cuatro jinetes de un apocalipsis, en actitud pedigüeñera, sin caballos y desbocados en su carrera por ganar, olvidados de que ser un buen estadista requiere sereno conocimiento, no un torpe y desmañado memorial de buenas intenciones -que tal vez nunca se conviertan en acciones-.
En El candidato, Robert Redford, que juega a ganar unas elecciones sin más programa que el de la estrategia publicitaria, resulta el elegido; entonces se pregunta: ¿Y ahora qué?
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