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lunes, 10 de agosto de 2015

Factores ecológicos


     Si pudiésemos comprimir los cuatro mil quinientos millones de años de edad de la Tierra en un solo día, y contemplar sus gráficos en un panel, veríamos -según William Bryson- que solo hacia las diez de la noche surgieron las primeras plantas terrestres; que hacia las 23 horas nacieron los dinosaurios; y que la vida homínida a la que pertenecemos apenas representa los últimos setenta y siete segundos de esas 24 horas. ¿Cuántos segundos nos quedan, y por qué nos autodestruimos y destruimos el planeta?
     Necesitamos creer que la vida tiene un fin; pero, ¿y si la vida fuese solamente una pulsión de la energía del cosmos, que crea seres para descrearlos, y que somos materiales fungibles aunque nos soñemos inmortales, reencarnables, dignos de alguna metafísica misión? ¿Sería mejor atenernos solamente a la certeza de que los demás nos necesitan solo hoy? ¿O acaso los derechos humanos que hoy nos amparan no incluyen el amparo de nuestros descendientes y el deber de prevenir el mañana?