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martes, 12 de mayo de 2015

Artífices Supremos (IV)

Wagner: Ocaso de los dioses

Es fascinante saber que estamos hechos de materia estelar, de estrellas y de simios, de pájaros y flores, que las infinitas partículas viajeras por el firmamento y yacentes en la piedra se conciliaron para configurarnos y bullen girando en nuestra carne, y que la música del cosmos dejó su ritmo en nuestra sangre, que llevamos un trovador íntimo que conmueve nuestras emociones y canta mediante el arte y la naturaleza. 

Esta armazón de huesos y pellejo” -como definió Bécquer al hombre sufriente- ya no basta para identificarlo, sino que hay que sentir al ser humano como la conciliación de todos esos fragmentos de inmensidad que conforman su identidad. Y por eso el corazón sigue latiendo a la espera de reunirse con su ancestral origen.