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jueves, 7 de mayo de 2015

Artífices Supremos (I)

Wagner: Entrada de los dioses

Todos buscamos algo en lo que apoyar nuestro desamparo ante algunos momentos de la vida y, sobre todo, ante la muerte. Vivir resulta mucho más fácil para los creyentes que para los escépticos. De lo cual se deduce que quien no cree es a su pesar, y ningún dogmatismo, clerical o no, debiera condenarlo. 
Quien no duda no acierta; sin embargo, preso en su fe, el creyente vive más dichoso porque se sabe protegido por un ser superior que garantiza su andadura, incluso el perdón de sus errores. Por el contrario, el incrédulo persigue una verdad que lo sostenga, y hasta la ciencia, incrédula por definición, le niega ese consuelo, puesto que no hay verdad, por muy científica que sea, que no sea superada por el avance de la misma ciencia.