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viernes, 13 de marzo de 2015

No ayudarás al necio a ser más necio


Cuando se nos insulta tenemos dos opciones: sentirnos insultados y responder insultando, o detener la compulsión agresiva porque nos sabemos inocentes y porque, en cualquier caso, no hay mayor ofensa para el agresor que la indiferencia. 
El silencio desarma al que grita, como el gesto pacífico desconcierta al violento. Cuando alguien nos chilla es difícil oírlo, por más que los oídos se estremezcan ante su pataleo. Y, aun si acaso lo oyéramos, ¿qué decir? La valentía no consiste en luchar contra la necedad, sino en mantenerse al margen de ella, digan lo que digan cuantos nos rodean.
     Deja que el necio se ofenda a sí mismo.