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jueves, 18 de septiembre de 2025

El abrazo imposible

Voz: Manuela García

Una mujer azul entró en la vida de un hombre oscuro. Este no esperaba tal intromisión y, menos, que tal encuentro alteraría su vida. Tanto que fue abandonando los juegos amorosos de su larga existencia y enamorándose lentamente de la mujer azul. 
     Y empezó a sentir, entrelazados, gozo y miedo porque nunca había experimentado esas sensaciones que acompañan al primer amor: gozo porque el corazón se enciende y sueña con edenes, convierte a la amada, o al amado, en centro del universo; miedo porque amar entrañablemente conlleva el temor a perder el paraíso hallado.
     Así, unas veces se entregaba a las dulces fantasías de la felicidad, y otras se mostraba irónico, sarcástico, diablesco, a fin de resultar detestable y alejar a su amada tanto como los alejaba la distancia y el carácter que los separaban. Ella era dulce, sencilla, vivía entre las flores igual que una flor más; él era laberíntico, escéptico, vivía entre los crisantemos semejante a uno de ellos.
      En resumen: el hombre oscuro perdió a la mujer azul y continuó viviendo en el infierno de su confusión porque no supo apreciar el cielo que se le ofrecía. Un día -como hoy- le escribió unas palabras- como estas- que jamás le envió porque sabía que ya era demasiado tarde. También porque -admitió- no merecía aquel diamante y este era digno de fulgir en el más noble de los corazones con que se encontrase.
     Dice el Juglar que El Diluvio no dejó tantas lágrimas como su tristeza.


miércoles, 17 de septiembre de 2025

150 de Ravel.- Pavana.

Ravel / Entremont: Pavana

De entre las muchas y grandes obras de Ravel, enriquecidas por su orquestación, es la íntima delicia de la Pavana para una infanta difunta la que más amo y me ha acompañado durante casi toda mi vida.
La levedad del piano expande una melancolía -irreductible en mí porque tal vez en ella se reencarna Oniria-. La cadencia insiste en un obstinato tan triste como aristocrático, como una elegía insinuada que rehúye toda onstentación:


En nadie pensó Ravel al componerla, pero es como si hubiera sido escrita para Ofelia y sus iguales:



He aquí la versión orquestal dirigida por Reiner: los diferentes instrumentos van sucediéndose al entonar la melodía pianística, si cabe, más delicuescente:

Una versión grabada como homenaje a Lady Di:




La versión vocal grabada para el mismo homenaje:



Su fúnebre lirismo no ha pasado desapercibido para la modernidad, que ha utilizado su melodía para ilustrar la muerte social, como en esta adaptación de William Orbit:




martes, 16 de septiembre de 2025

Lecturas medicinales.


Schumann: Canción nº 5 sobre Eichendorff
                                    
       Un libro es bueno cuando quien más gana con él es el lector. No el librero, ni su autor: el lector, que sale de su lectura más noble, más sabio, mejor orientado. Al margen de sus categorías literarias, hay libros imprescindibles que deben ser leídos porque han añadido algo al mundo y a los hombres, y porque sin ellos el mundo -el hombre- no sería aún lo que es.
      Inmersos como estamos en la resaca de una cultura judeocristiana, en la que el sentimiento de culpa y el autocastigo son raigales del inconsciente colectivo y de nuestros comportamientos, se necesitan exorcismos que nos devuelvan la naturalidad de la alegría, la conciencia limpia y responsable para gozar los frutos de la existencia, sin que ningún Pepito Grillo nos persiga. Necesitamos restituir como principio de identidad la espontánea bondad y generosidad del corazón humano. 
     Nuestras personalidades se van formando por la repetición de actos cotidianos constituidos en hábitos. Si un hábito ingresa en nuestra cuenta corriente sicológica sensaciones agradables, nuestra conducta se revela relajada y comunicativa. Si, por el contrario, alimentamos nuestra mente con sentimientos espinosos, seremos pasto de las depresiones. Tristemente, la malversación, durante siglos, de algo tan enraizado en la sociedad como el contenido de los evangelios nos ha embutido en un laberinto de culpas y redenciones que tienen como referencia el sufrimiento. Mucho deben a las iglesias los siquiatras, cuya tarea consiste en devolver las mentes a un estado de inocencia primigenia -fundamentalmente: mostrar que las leyes morales tergiversan a menudo las leyes naturales-, estableciendo hábitos y terapias que anulen los estados emocionales enfermizos. Se trata de sustituir la conciencia del miedo a vivir -que tiene su causa en el delito calderoniano de “haber nacido”- por la “joie de vivre”, la alegría de vivir a pesar de las incertidumbres de la vida. ¿Y qué mejor terapia que acostumbrar los ojos -que son los inversores más activos de la cuenta corriente de nuestra autoestima- a unas palabras jubilosas sobre la verdad de la existencia, a unas páginas recordatorias de los dones del vivir, mientras la sombra de un árbol o de un toldo nos preserva de los rigores del verano? Qué alegría para los sicoterapeutas: contemplar sus consultas vacías porque unos hombres extraordinarios escribieron unas cuantas palabras que constituyen la mejor medicina para los melancólicos.

Leger: La lectura

     Muchos libros hay, afortunadamente, que son médicos inmejorables porque alientan y enseñan a mirar de otra manera. Nos hablan esos libros de la extensión innumerable del corazón humano, de la profundidad del amor, de la solidaridad universal, de la búsqueda de un paraíso en este mundo, de la conquista de la felicidad no como un cielo extraterrestre sino como una tierra pisada, amada y sufrida por los hombres. Son obras nacidas a pesar de esa consigna del dolor, y sus autores la vencieron y la sustituyeron por la templanza y por el gozo; si no, serían probablemente euforias gratuitas. Muestran el crecimiento que hay desde la desolación más absoluta al entendimiento honorable del mundo y a una manera de sentir la vida alentada por el positivismo, el júbilo y la juvenilidad: el verdadero sursum corda. Ese paso de un existencialismo derrotista a una exaltación de la existencia es el legado de esos hombres para el hombre actual. Porque no importa de dónde venimos, ni si llegamos cargados de cadenas; lo importante es que deseemos quitárnoslas para construir nuestra propia libertad; porque nuestra vida no está en el pasado, sino en el porvenir. Y éste también se construye con hábitos. Por ejemplo, los de convivir diariamente con armoniosas reflexiones ajenas hechas nuestras. Abra el lector -para empezar, y por ejemplo- el “Canto a mí mismo” de Walt Whitman, o las “Alturas de Macchu Picchu”, de Neruda, y sentirá que recupera un mundo que le robaron hace tiempo. 
          Saber vivir no es más que saber cambiar de vida: de modos de sentir, de formas de pensar, de maneras de actuar. Aprender a mirar de otra manera. Y en los aparentes desiertos de las páginas de un libro se encuentran los paisajes más hermosos del planeta. Y oasis como inmensos océanos de agua pura para las mentes confundidas.

domingo, 14 de septiembre de 2025

Los versos de Trovadorius.

Los versos de Trovadorius (I)

Borodin: Nocturno (C. 2º)

Conoció Trovadorius -no sabía si en sueños o despierto- a una Dama; y en seguida su pluma empezó a destilar breves poemas de los que se desprende -como en un gran friso- una historia de amor. Son versos ajenos a las complejidades literarias, desnudos y sinceros como solo el sentir auténtico puede hilvanar, y tal como debían ser susurrados en la isla a la que se retiró su mente para que su vida junto a su amada fuese también desnudamente limpia, como un nuevo Adán que halló una nueva Eva. O mejor: imaginemos a Trovadoriuscomo un Robinson Crusoe autoexiliado en un pequeño territorio descontaminado de la sociedad y sus convencionalismos, recorriendo las playas y sorbiendo la amorosa sal celeste en la piel y los labios de una mujer nativa que tampoco ha conocido el mal.
     Como en las clásicas historias de poetas que olvidan su escritura una vez que esta ha servido para nombrar su vida, aquellos manuscritos quedaron arrumbados con una sola nota en el comienzo: "Puesto que me olvidaste, cuanto escribí yo olvido".
     La fortuna hizo que yo encontrase esos legajos (quizá en letra de algún copista apresurado, puesto que los firma erróneamente como Golgotorius. Otra diferencia: aquí la nota dice: "Solo mis versos dicen que aún existo..."). No sé decir cuándo fueron escritos ni a quién se dirigieron. Mas pareciéndome dignos de mejor destino, aquí empiezo a copiarlos -los seis primeros- para el lector curioso que decida seguir el curso de esa historia en sucesivas entregas:

I.- En la isla
Anoche recorrimos nuestros cuerpos 

y nos dormimos bajo las estrellas. 
Qué placidez el ruido del amor 
mientras el mar batía su oleaje.
Y qué fulgor el de tus ojos cuando 

me has visto sonreír esta mañana.

II.- Roca viviente
Hemos cogido lapas, caracolas,
he ido esparciendo el mar sobre tu vientre 

y briznándote de algas.
Un cangrejo corría por tu piel,
chocaba en tus pezones, descendía
por tu pubis, se alzaba
con su amorosa pinza, deslumbrado.
Y he decidido ser ese cangrejo.


III.- La lluvia
Ha llovido en la isla y ha dejado
la lluvia leves charcos de agua pura. 

En ella abrevo yo mi sed del mundo 
como en tu corazón abrevo el alma 
de la felicidad que nos cobija. 


IV.- La cabaña
Cuando viajamos hacia el sur, allí 

donde el pequeño lago sacia
a animales y pájaros,
miramos la cabaña.
Y de regreso, llenos nuestros ojos 

de colores, paisajes y alegría, 
descansamos en ella, en la madera 
que yo arranqué a los árboles
para que tú pudieras alumbrar
con tus ojos la mesa, el lecho donde, 

después de vino y risas,
tú eres mi esperanza y yo tu anhelo. 



V.- La frágil potestad
Triste de mí, que he pretendido siempre 

salvar montañas y cruzar los mares, 
elevarme a los cielos y convertirme en dios 
solo por fuerza de mi voluntad:
pues ahora que te miro reconozco
que basta tu mirada cegadora
para rendirme sin alzar la espada
ante tu frágil potestad hermosa.



VI.- El abrazo
Mira cómo se estrellan en las rocas
las olas: de igual modo nuestros cuerpos 

chocan y se golpean entre espumas
de esperma y de sudor. Bate la furia
del lujurioso mar en nuestra carne, 

mientras en el ocaso las gaviotas
se despiden del sol y se sorprenden
al ver la majestad de nuestro abrazo. 


sábado, 13 de septiembre de 2025

Cuatro poemas en "Ágora".



CUATRO POEMAS DE ANTONIO GRACIA (De "El mausoleo y los pájaros" y de "En nombre de la luz", y otros dos inéditos) 

 

   CATÁLOGO DE PÁJAROS

Tuvo Dante a Beatriz, Petrarca a Laura,
Garcilaso a Isabel, y Lope a Filis.
Amó a Lisi Quevedo, Herrera a Luz,
Catulo a Lesbia, y a Corina, Ovidio.
Cervantes le dio vida a Dulcinea 
y Larra cantó a Armijo.
Envió Brahms a Clara partituras
y Tediato resucitó a María. 
Por las anchas praderas del dolor
fueron Lautrec, y Poe,
Hölderlin y Novalis, y Espronceda,
y tantos corazones devastados.
Bien pudiera haber sido la escritura  
mi destino: 
pero eres tú, mi Oniria, quien entró
y saqueó mi corazón a sangre y
fuego. 
¡Cuántos besos existen porque fueron
palabras más que bocas encendidas!
Todos nacen en ti y en mí
y somos su esperanza
porque en nosotros vuelven a besarse.
No es mucho que sus vidas nos den vida
pues tanto en ellos se gestó la muerte.

     (de El mausoleo y los pájaros. Ed. Huerga y Fierro)
 
 LA MUERTE DE LA AMADA 
Una estrella fugaz cae a lo lejos
y fosforece la delgada lluvia. 
Ese fuego que llega desde la eternidad
quería ser eterno, y un instante tan solo
ha existido en mis ojos.
Pienso en tu muerte. No hay solemnidad 
en la muerte. La carne y el espíritu
no despiertan siquiera una emoción 
en la Naturaleza.
Me engañaron los bardos pretenciosos:
has muerto, Hermosa mía;
y ni lloran los ríos ni los astros
se apagan. 
No retumba en la noche de los siglos
el eco de tu vida. La belleza 
no le importa a este mundo. Permanecen 
el silencio caudal
y una divinidad ajena a su creación
o que también murió en su laberinto. 
La tristeza infinita es un oasis 
para quien no se sacia con respuestas.
Todo ser
sufre la indefensión: el universo
es solo un cementerio.
                              (inédito)                                       
        
   EPITAFIO EN ANAYA 
 
Acaso fue porque un halcón trepaba
por la niebla hacia el cielo, y las estrellas 
parecían vencejos desterrados,
oí el eco de un llanto interminable
tomando forma de cadáver dulce
que me abrazaba. El tacto y el perfume, 
la blandura del labio, el beso errátil,
su amorosa lascivia y el estrépito
de un cuerpo contra el mío me gritaron 
que eras tú, renacida, iluminada
por la luz para darme nueva luz.
Al tacto era tan lúbrica tu carne 
que pareció que nunca hubieses muerto. 
Rememoro el instante, amo el fantasma 
de tu presencia y me pregunto: ¿Acaso 
no moriste o acaso permaneces
invisible para esta vida? ¿Yaces
en una tumba que semeja un cáliz
y cuando se desborda su amor llegas, 
me abrazas y me sangras? ¿Eres solo
la armoniosa campana que me arpegia
su límpido tañido? ¿Es que hay, acaso,
otra existencia en que la muerte es vida
y donde todo aquel que nace vuelve
a nacer -es decir-, a no morir?
                                      (inédito)                 
 
    SINFONÍA PARA UN HOMBRE SOLO
 
Acaso porque nunca fui feliz, 
siempre quise ser otro:
un griego bajo el mar de las estrellas
naufragando en la noche, descifrando
el arte de soñar; un arquitecto
escultor de pirámides en el llano del sol;
un monje resolviendo el laberinto
de la hermosa escritura; un grácil músico
autor de madrigales; un poeta
claro como Petrarca o Garcilaso.
Ese tiempo sin tiempo de la infancia
en el que se realiza la utopía
me condujo a la pluma para buscar en ella
una existencia plena, un universo propio
en el que yo brillase por mí, pues mi palabra
revelaría mi alma, la nobleza
de un corazón sitiado por la sed.
Pero también el verso fracasó; y el dolor,
que no pudo matarme, me enseñó la templanza:
así forjé mi espíritu, con lágrimas
que siempre desterré. 
                                            Ahora renuncio 
a ser poeta, músico o pintor.                                   
Miro el instante breve, las horas que se acaban;
y aprendo de la noche, que persigue
el día y se lo bebe en el ocaso.
Y devoro la vida; y solo quiero 
tocar las cosas frágiles
que en el tiempo transitan, esas pequeñas cosas
que mueren y que dejan su existencia en la mía.
Y sin embargo, todo cuanto veo
me depara su adiós definitivo.
Estos ojos que tanto han visto mueren;
estas manos que todo lo abrazaron
entibian ya su tacto, y se ensombrece
mi cuerpo, que germina su cadáver.
Solo la lucidez de mi conciencia canta,
porque, aunque yo no pueda contemplarlo,
todo seguirá igual, con la misma belleza
que ayer y hoy; y siempre habrá un fulgor 
gritando en la mañana que he vivido. 
                                                                    Además:
como último racimo de flores y de aromas,
me llevo el prodigioso conjuro de la luz;
pues también todo dice que el mágico orden sabio
de la Naturaleza ya ha dispuesto
otros prados amenos en los que yo, semilla 
-o fragmento de estrella aún no nacida-,
fecundaré mi muerte y floreceré de nuevo
como pequeña brizna junto a un rosal, o en forma 
de retama, o relámpago encendido
del firmamento hermoso. 
                                                Y nada puede 
robarme esa esperanza porque
no hay más destino que la voluntad.
           (de En nombre de la luzEd. Huerga y Fierro)

  

ANTONIO GRACIA es autor de La estatura del ansia (1975), Palimpsesto (1980), Los ojos de la metáfora (1987), Hacia la luz (1998), Libro de los anhelos (1999), Reconstrucción de un diario (2001), La epopeya interior (2002), El himno en la elegía (2002), Por una elevada senda (2004), Devastaciones, sueños (2005), La urdimbre luminosa (2007)Hijos de HomeroLa condición mortal Siete poemas y dos poemáticas (2010)De 2012, Informe pericialLa muerte universal Bajo el signo de eros. Además, ntico erótico (2018) y En nombre de la luz (2023).

Otros títulos ensayísticos son Pascual Pla y Beltrán: vida y obraEnsayos literariosApuntes sobre el amorMiguel Hernández: del amor cortés a la mística del erotismo La construcción del poema. Dispone de un portal en la Biblioteca Cervantes Virtual

Su obra está recogida selectivamente en las recopilaciones Fragmentos de identida(Poesía 1968-1983), Fragmentos de inmensidad (Poesía 1998-2004)El mausoleo y los pájaros y Devastaciones, sueños.

Entre otros, ha obtenido el Premio Fernando Rielo, el José Hierro y el Premio de la Crítica de la Comunidad Valenciana.