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domingo, 27 de marzo de 2022

La eterna juventud

Holts: Saturno

En la Prehistoria y Antiguedad se reglamentó el "no desearás la mujer -ni el marido- de tu prójimo" porque el libertinaje sexual impedía saber quiénes eran los padres y por tanto quiénes debían alimentar al infante. Luego vinieron los anticonceptivos y las excepciones matrimoniales pasaron a ser reglas sociales bendecidas ocultamente por la sociedad... hasta lograr el marasmo actual, más natural pero también menos organizable.  

Hoy existen al menos cuatro grupos sociales, juntos y revueltos. El de los hijos, el de los padres, el de los abuelos y, finalmente el resultante de los segundos, terceros... matrimonios, o emparejamientos: hijos del mismo padre y diferente madre, hijos de la misma madre y distinto padre, segundos padres y madres (consecuencia de los distintos matrimoniazgos o similares), padres que son hermanos de sus padres, nietos y abuelos de diferentes equis y zetas... Hay padres biológicos que desconocen a sus hijos, madres de hijos cuyos padres son hermanos de sus exparejas... y personas descasadas que no saben qué es la convivencia parental porque "me gustaste durante un mes y al siguiente me fui con Federico o Ricardita y luego con Indalecio o Indalecia, que ya no recuerdo cuál era su nombre... estamos en un país libre...". (... Y responsable...)

O sea: la original "sexualidad abierta" ha regresado regida por la cultura, las leyes y el río revuelto para ganancia de pescadores. Si hubiese una regulación lógica, justa y etcétera, nada que objetar. Pero me temo que el mundo camina hacia una hermandad oculta, una filialidad disfrazada y unas materpaternidades incatalogables. Todos estamos siendo cosanguíneos de todos y, al mismo tiempo, hijos y padres y hermanos y abuelos ... de nadie.

El progreso nos ha multiplicado. Como digo, hoy cada uno somos muchos simultáneamente: hijos, padres, abuelos. Bisabuelos, padres y nietos o hijos de nuestros yernos o suegros...

Lo que no logramos dejar de ser es hijos de la edad y seres deshauciados de la juventud. Vivimos una vejez, no una vida, más prolongada



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