No vengo aquí a juzgar los errores de nadie, porque no somos jueces ni verdugos, y si la compasión se tejió dentro del abanico de los sentimientos que forjan el espíritu del hombre, es buen momento para que los que dicen ser amigos del poeta lo demuestren y busquen justificación ante una conducta que bien pudiera haber sido simplemente un error.
Antonio Gracia siempre habló del poeta maldito y este sentimiento, germinado en él, desde los tiempos primeros de su poética, parece haberle dado la razón con el tiempo. No sé si el destino tiene carácter burlón y de vez en cuando hace una de las suyas. Lo que no he oído decir hasta ahora es que Gracia es un gran poeta y eso, a pesar de sus detractores, lo seguirá siendo. Si nos situáramos, con el pasar de los tiempos, como espectadores de una mesa redonda cubierta de cátedros en torno a su persona y obra, tal vez saldría a la luz las voces de los verdugos que en su momento le condenaron con grandes y elocuentes nombres y apellidos, contando con saña el incidente del premio Loewe, pero lo que nadie le negará a Antonio Gracia es el hecho fehaciente de que es y será uno de los mejores poetas que habitan el paisaje poético de la historia literaria contemporánea. Su libro «Devastaciones, sueños» doblemente premiado y doblemente devastado, pudiera ser un libro de poemas premonitorio, o tal vez simplemente su mejor poemario. ¡Así es la vida!
¿No les pica la curiosidad de leer el libro?
(Información 02·12·04)
No hay comentarios:
Publicar un comentario