- Llevo dos horas esperando...
- Hoy no se vacuna.
- Mire este papelito con la fecha y hora de hoy que usted mismo me dio cuando me inyectó la primera dosis...
- ¡Hoy no se vacuna!
- ¿Y entonces...?
- A usted se le avisó del cambio de día.
- Ningún aviso tengo ...
- No es por culpa mía.
- Pero sí es por su causa... Ustedes hacen un gran trabajo -como es su deber, y el de todos cuantos tienen un deber: hacerlo bien-; pero si no lo gestionan bien, lo hacen mal.
- Si usted estuviera localizable... pero aquí no consta ningún teléfono útil a su nombre ...
- ¡Vaya! En lugar de decir que lo siente por el probable error humano -inadmisible- pretende culparme! Esto no importa solo por sí mismo, sino porque es uno más de los descuidos institucionales que convierten el mundo en un desastre. Contésteme: ¿Si no tengo teléfono cómo me avisaron la primera vez? Además: ¿no sabe que una cita es un acuerdo entre dos personas y se mantiene vigente mientras no la rechacen ambas -no una sola-?
- ... Yo hago lo que me mandan...
- ¿Y no le ordenan que haga las cosas bien, o mejor, y nunca mal? ¿Sabe cuál es la solución para el virus y todo lo demás? Creo que si en unas elecciones todos los partidos encontraran que nadie los había votado comprenderían que se quedaban sin su sueldo y empezarían a tomarse en serio que ser político es beneficiar al votante, no beneficiarse de él. No se ampararían en su licencia de impunidad.
“EL POBRECITO HABLADOR”. Revista satírica de costumbres. POR EL BACHILLER DON JUAN PÉREZ DE MUNGUÍA (SEUD. DE MARIANO JOSÉ DE LARRA), N.º 11, ENERO DE 1833, MADRID; “VUELVA USTED MAÑANA”.
ResponderEliminarAmigo Antonio, que el tiempo pasa, mas el carácter se mantiene gracias a la ilustre genética.
ResponderEliminarEl señor Larra se suicidó no por su fracaso amoroso, sino por su impotencia ante la politiquería de su tiempo -cosa rastreable en los artículos de sus últimos meses-.
Saludos.