Cuanto más pasa el tiempo más el tiempo devasta
el cuerpo de mi amada, y su belleza
ya no es la de la rosa; sin embargo,
cada vez que la abrazo y el amor que sentimos
nos lleva al esplendor de la lujuria
su cuerpo resplandece igual que el de una estrella;
y los dos, convertidos en fieras armoniosas,
volvemos a ser rostros de un cósmico fulgor
que atruena nuestra carne: el infinito, entonces,
no tiene más edad que la de un beso:
y ninguna belleza iguala a esa hermosura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario