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miércoles, 27 de noviembre de 2019

Javier Prieto de Paula: El fin del mundo (Libros recibidos.LVIII)


Javier Prieto de Paula: El fin del mundo
Renacimiento, 2019

He aquí un libro que me congracia con la narrativa última, tan esquilmada por supercherías, artificios y espurios contadores, clónicos unos de otros y ninguno con identidad. He aquí un título, digo, fugitivo de retóricas y tópicos, con la pluma mojada en el corazón y en el cerebro para hallar la palabra ajustada, viva y sin literaturismos, aunque haya un substrato explícito e implícito de varias artes convertido en arbotante de estos nueve relatos en busca del tiempo perdido -de los sueños perdidos-, dando fe, al abordar una anécdota, del fin de una época o un mundo. Si tuviera que calificarlos, de repente, y puesto que la tradición es un camino que anda, lo haría con tres palabras de la página 142: este libro es "un delicioso anacronismo". Lástima que en nuestro hoy no haya más ayeres como este. El Polonio autodesahuciado de la vida y buscador de la muerte, la Esmeralda perseguidora de erotismos, los recitadores intrusos de la poesía, la Enmanuella provisora de amores incumplibles, el narrador odiseico en metafísicas... son náufragos de la existencia que hablan de ese instante inacabable que solamente perdura en el inconsciente de quien ama una edad de oro incombustible y recobrada.
     La receta de su escritura parece tan sencilla como eficaz: si algunas narraciones son historias aparentemente asépticas y sin un yo permeable, en la mayoría resuena el acorde de la leyenda lírica, resultante de haberle desprovisto al cuadro de costumbres más clásico su costumbrismo para injertarle la magia de la elegía, trascendentalizando lo recordado. 
     Me detengo un instante en el primer relato: la mirada soñadora de un adolescente nos muestra la llegada a su pueblo de un desconocido silencioso y extraño. Unas pocas sugerencias esquivas de la prolijidad nos muestran indeleblemente las esencias del ser humano: el deseo de seguir viviendo, el desengaño vital, la irrupción del pasado, el cainismo de una guerra civil... y todo lo que es parafernalia y topicalandia, verborrea y aspaviento se lanza a la papelera -que, según Hemingway, es la mejor consejera del escritor-.
     El autobiografismo anecdótico o síquico impone su melancolía y el pasado, herido y heridor, se convierte en protagonista nostálgico de quien escribe y lee. Y poco vale la pluma que no consigue que el lector se reconozca en lo que aquella ha escrito.



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