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martes, 12 de noviembre de 2019

El abrazo en la roca.




"Estoy triste. Pero siempre estoy triste", me decía yo, nerudianamente, ayer. Y me fui a recorrer la belleza del día bajo el alegre sol de la mañana. 
     Y como suele suceder, encontré que lo grandioso está tanto más cerca cuanto más lejos lo buscamos. 
     Porque de pronto todo era claridad, horizonte, hermosura tallada por el tiempo en la alta roca.
     Había pasado en unos minutos del bullicio callejero al llano  enhiesto del hermoso castillo.
     Trepaban las gaviotas por el aire y pensé: "Se contentan con lo que les da la naturaleza: lo que necesitan para sentir la dicha. Quién pudiera bastarse sin preguntas que no tienen respuesta, o que producen más desasosiego; quién fuera tan sencillo y se guiase por el sedoso vuelo de los pájaros, sin temer que de pronto acabase toda su maravilla". 
     Hoy he vuelto a subir. Aquí estoy. Y quien me acompaña, como bella pantera surgida del misterio, me mira y parece que me ama sin comprender por qué; y no le importa: porque siente la vida, no la desazón de intentar comprenderla.

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