Katchaturiam: Spartacus
El tiempo es la última dimensión descubierta, pero también la que definitivamente define e importa al hombre. Todo tiene altura, anchura y profundidad: cosas que no importarían si no existiesen el tiempo cronométrico y el tiempo síquico.
Así que la duración -la fugacidad o vigencia- de los seres es lo que pasa a ser su esencia. Importa, por lo tanto, descubrir las esencias y la circunstancias, lo que es coyuntural y lo que es sustancial para comprender el mundo y comprendernos, para vivir, pervivir y prevenir.
Todos querríamos saberlo todo, o al menos lo que nos atañe en nuestro día a día; sin embargo, ese afán determina que a menudo quien se desboca por estar al día no está en su tiempo. La historia es un camino que anda, un sendero que retorna en sus meandros, similares cuando no idénticos, y que nos devuelve la imagen del que fuimos al iniciar el viaje. Por ello es preciso revisar nuestras verdades, actualizarlas, desecharlas o enriquecerlas.
Naturalmente, hay periodos en la historia -y en la memoria del hombre- que se elevan por encima de los demás y se convierten en momentos estelares de la humanidad, en hitos difícilmente olvidables porque cambiaron el decurso del pensamiento y determinaron el modo de percibir la experiencia del acontecer sucesivo e interminable.
Decir simplemente Grecia o Humanismo, Shakespeare o Dostoiewski, rueda o imprenta, provoca un tumulto de siglos agolpados en nuestro presente, puesto que hijo es de ellos. En cambio, nombrar Maradona o Almodóvar es escribir sobre el agua la receta de un efímero bálsamo creyéndolo una panacea universal.
Por eso es necesario discernir entre lo que es efímero y lo que es perdurable, lo genial y lo ingenioso.
Poseer muchos datos, tener mucha información es bueno, pero por sí mismo no crea sabios: para serlo hay que ordenar los datos, prescindir de los que entorpecen, sacar conclusiones de los que se han considerado válidas premisas. Solo categorizando tales silogismos deja de idolatrarse la erudición y se construye la cultura. Y el poema imperecedero.
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