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domingo, 19 de enero de 2014

La escritura de Oniria


«Yo no me dedico a la poesía, no soy un ‘poeta’, ni un escritor. Soy una pregunta tratando de responderse a sí misma para hallar la respuesta idónea. 
 Me siento como un griego perdido en este
siglo. Creo que la poesía es necesidad irrefrenable de decirse para identificarse. Cuando escribo traduzco desde un idioma que no conozco a otro que también desconozco y no acaba de crearse hasta que la pluma se detiene. Yo escribo para salvarme. Nada tiene que ver la escritura con la publicatura. En la primera intento decirme; en la segunda es el lector el que tiene que encontrarse. 
Me bastaría con que, después de una leve vida, un lector lúcido salvara dos o tres de mis poemas».

Eso repetía Oniria, hermosa entre las bellas, aunque no la creyesen quienes buscan la clámide famosa. Y en los claustros del Palacio de Anaya, desde el 8 de marzo del 68, la lluvia continúa cayendo inexorable. Inexorablemente hacia la muerte.