Apliquemos la lógica: este alienígena interior no es una maldición saturnal, ni ha venido de otros espacios exteriores: estaba aquí, injerto en la teoría de la evolución, esperando que el progreso le abriese la puerta para manifestarse como un elemento más, igual la penicilina existía antes de que se le pusiera un nombre. Es un enemigo contra el que no valen flechas ni bombas, ni oraciones, sino cientifismos. ¿Entonces qué pueden hacer los líderes sociales sino tratar de atajarlo y, luego, buscar una normalidad en el nuevo mundo? ¿No es eso lo que hicieron los descendientes de los nativos contaminados de nuevas enfermedades por los descubridores de la América colombina?
Si todos queremos lo mejor para nosotros y para los demás, ¿por qué no creer que los demás quieren lo mejor para sí mismos y para nosotros? Ese deseo nos iguala a todos, nos solidariza, nos hace creyentes de unos en otros, sin excepciones. Sin embargo es la desconfianza la que rige nuestra sociedad; y el vecino duda de su vecino y el gobierno desconfía de la oposición así como esta desconfía de aquel y todos desconfiamos de todos así en la tierra como en el cielo. In aeternum ¿Por qué será sino porque somos una sociedad de caínes sin abeles? Algo de eso sostenían Machado y Unamuno: que nuestro peor mal es el cainismo.
¿Por qué el político tiene como primer y distintivo rasgo la desconfianza en los otros políticos? ¿Acaso es esa una virtud? Incluso ahora, que el enemigo interior es el primer enemigo de todos, todos acusan al otro de gestionar mal la batalla contra el virusaurio. ¡Que tú no lo haces bien y que tú lo harías peor! ¡Que el Sánchez no tiene idea y el Casado tiene menos! Que los dos quieren divorciarse de la sensatez y casarse con una verdad falsa. ¿No es más lógico que -todos los políticos- dejen de ordeñar la vaca del cainismo y confíen en quienes suelen equivocarse menos en estas cuestiones, que son los expertos, los científicos, microbiólogos: de izquierdas, de derechas y de en medio? Ellos deberían ser los únicos césares de esta singular batalla. El único Alejandro de este nudo gordiano.
Claro: que en una democracia el fracaso de los gobernantes es el fracaso de los electores. Y es que no aprendemos más que a repetir los errores: también la muchedumbre, tan docta en ciencias sociales y pandémicas, califica y descalifica a este o aquel politicoide teniendo como único doctorado cum laude lo aprendido en la tribuna del televisor.
(Recuerdo de mi infancia una "chistosa" adivinanza: "Se levanta el telón. Aparecen dos asnos rebuznándose y coceándose. ¿Cómo se titula la película? Solución: "Duelo entre hermanos"").
(Recuerdo de mi infancia una "chistosa" adivinanza: "Se levanta el telón. Aparecen dos asnos rebuznándose y coceándose. ¿Cómo se titula la película? Solución: "Duelo entre hermanos"").
¿Quiénes serán los titiriteros que mueven los hilos de los políticos títeres? ¿Por qué estån los idearios políticos por encima de la realidad social? Poderoso caballero es don Dinero.
ResponderEliminarUn saludo
No hay mejor modo de ganar dinero que enseñar a que los otros lo gasten. Esa es la -terrible- política económica.
ResponderEliminarSaludod