Winterreise IV
Tú caminabas junto a mí; las flores
se estremecieron bajo nuestros cuerpos
y troncharon su aroma y su color.
Los murmullos del bosque eran latidos
del corazón universal del cosmos.
Se cerraban tus ojos, arrullados
por madrigales de juglares íntimos,
y un cuásar de satén vistió la noche
de crisantemos y aleluyas mágicos.
Los murmullos del bosque eran latidos
del corazón universal del cosmos.
Se cerraban tus ojos, arrullados
por madrigales de juglares íntimos,
y un cuásar de satén vistió la noche
de crisantemos y aleluyas mágicos.
Palpé la vibración del río; vi,
recostado en su orilla
junto a tu cuerpo cálido,
junto a tu cuerpo cálido,
la alta luz de una estrella silenciosa
incendiando la noche; el fuego azul
de los sueños brizó mi corazón
y sustanció la invisibilidad:
su reverberación se hizo materia
y, como un clavecín multiplicante,
brotó una sinfonía de esplendores
y se hizo verbo todo lo inefable.
¿Hay más vida detrás de las estrellas?,
susurraba un relámpago interior.
Y en el último beso hallé la luz.
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