Oda para un cadáver
Este cuerpo que ha dado tanto amor
y tanto ha recibido, ya divisa
su ocaso en el azul del horizonte
y en la errante mirada de los astros.
Donde hubo potestad, queda ambición;
y donde exuberancia, decadencia.
En sus miembros aún brilla
el fulgor de la carne,
y estremecen su entraña los asedios
del tacto y el sabor, la risa fresca.
Se derraman las bocas como oscuras nostalgias
alrededor del músculo callado,
y la herrumbre se esparce lentamente
por la marchita realidad del sueño.
Quisiera ennoblecerse, derribar
la voluntad del tiempo,
mirar solo la efigie de una vida
liviana y venturosa.
Pero llueve el invierno sus metales
sobre su corazón, que anhela y vive
más memoria que olvido, indiferencia
y no ebriedad sin nombre.
Siente que llega la devastación
ajena de la edad; y no le bastan
la fábula que aún sueña entre sus huesos
ni los placeres de la inteligencia.
Orff / Brueghel el Viejo: El triunfo de la muerte