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miércoles, 10 de junio de 2015

El abrazo oteliano

Purcell: Lamento de Dido

Dos personas mantienen una relación equilibrada. 
     Se quieren lo suficientemente como para desearse y entregarse con reciprocidad lo mejor de sí mismos. 
     Sin embargo, esa entrega generosa del "sí mismo" va convirtiéndose, cada vez más, en ensimismamiento posesivo del otro; de manera que, cuando no hay presencia física, la imaginación temerosa empieza a inventar ausencias síquicas que inventan a su vez otras presencias físicas sustitutorias. La imaginación, descontrolada, se transforma en fantasía y cada uno de los habitantes de la tierra es sospechoso de robo carnal, y declarado culpable de complicidad con quien más se ama, ya convertido en víctima.
     Y lo que era entrega ya no es donación, sino resultado de la reclamación de un supuesto deber; y lo que fue posesión de lo entregado pasa a ser posesividad de lo exigido. Y lo que fue edén en común se transforma en infierno.

     Pocas cosas matan tan fácilmente el amor como los celos: para estos no hay más realidad que la que temen y acaban inventando. 
- (¿Será verdad que eso me ocurra a mí?, pensó Gólgotas, incrédula).

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El abrazo confuso

El infierno de los celos