Wagner / Karajan: Tanhauser
Introducción.-
La Literatura -como todas las artes o manifestaciones
humanas- no dignifica al hombre por su noble retórica, ni es admirable por su
soberbia arquitectura, o por su inteligencia... sino que se mantiene en el
tiempo porque proyecta luz sobre la realidad exterior e interior y descubre la
identidad del mundo, la existencia, el individuo, la colectividad: nos aproxima a una proteica verdad que pretendemos descubrir y se nos escapa
porque el tiempo altera su rostro a fin de envejecerla y rejuvenecerla nuevamente.
Pero es cierto que hay rasgos humanos efímeros o circunstanciales, y
otros esenciales y perennes. Y solo la sabia Literatura da cuenta de los
laberintos y salidas que mantienen su vigencia en el transcurso de los siglos y
milenios. Entonces es cuando el hombre se hace verbo: y los hombres sucesivos
lo pronuncian. Verbo hay, afortunadamente, que ha puesto nombre a casi todos
los rostros, y máscaras, del ser humano.
Ejemplificación.-
Veamos, como ejemplo de temas esenciales, "Mecánica terrestre",
un poema del libro del mismo título de Álvaro Valverde:
Lo mismo que una imagen
recuerda a alguna análoga
y una sombra a la fresca
humedad de otra estancia
5 y un olor a una escena
cercana por remota
y esta ciudad a aquélla
habitable y distante,
así,
cuando la tarde
10 se hace eterna y es julio
todo expresa una múltiple,
inasible presencia,
y el agua es más que el filtro
de
lo que fluye y pasa
15 y la luz más que el velo
que
ilumina las cosas
y
el viento más que el nombre
de
una oscura noticia.
El poema tiene una arquitectura tan eficazmente sencilla como férrea;
tanto que pudiera pasar desapercibida su simetría y trascendencia: construido
sobre un ritmo heptasílabo, sus 18 versos tienen un eje sustancial formado por
tres tramos semánticos encadenados en una sola frase (el autor, tal vez para evidenciarlo, ha
evitado la grafía de las probables comas que marcarían las pausas
fonéticas). Estos son sus semas:
Versos 1-8: breve enumeración de cotidianidades.
Versos 9-10: anclaje en un tiempo concreto.
Versos 11-18: invasión del asombro.
Los 18 versos están simétricamente repartidos:
8 + 2 + 8
Aunque, en realidad, la estructura es la de breves núcleos de dos versos
que van incardinándose mediante la anafórica copulativa y , solo una vez ausente de su
anaforismo, que da fluidez y fugacidad al texto.
Los tramos vienen a traducirse semánticamente en
"lo mismo que... / así... / es"
"lo mismo que... / así... / es"
A) El primer tramo, instalado en un tiempo sucesivo y monótono, lo
configuran cuatro elementos que remiten comparativamente a otros cuatro
similares, cada uno, como digo, ocupando dos versos:
imagen > imagen;
sombra > estancia;
olor > escena;
ciudad > ciudad.
B) El segundo tramo, también en dos versos, supone la condensación del
tiempo en el instante. Lo cual permite, a la inversa, concluir que
también el instante contiene todo el tiempo. En otro poema, el
autor insiste sobre ello con una paradoja: "el instante, esa efímera
razón de permanencia".
C) El tercero, mostración del instante intemporal, expone cómo se
asoma el infinito oculto en la conciencia del cosmos o del hombre -uno y otro
recíprocos espejos-. Igual que el comienzo de los conciertos 1 y 2 para piano de Prokofiev nos desubica y parece sumergirnos en otra dimensión, huyendo de lo indefinible, se enuncia simplemente la
concreción en lo maravilloso del eterno fluir de lo anecdótico: el prodigio que
ya contemplara, similarmente, el conde Arnaldos.
La simetría queda así:
sucesividad / instante privilegiado /
manifestación del sortilegio
La elipsis como presencia.-
¿Qué va a ocurrir tras ese lance en el que se nos introduce sin
describirlo? El poeta renuncia a majestuosidades y se queda con la alusión a la
inefabilidad como expresión concreta de la multiplicidad de los sentidos:
"todo expresa una múltiple, / inasible presencia". El agua, la luz y
el aire dejan entrever su condición metafísica, su identidad de pasadizos
hacia un más allá de los sentidos y de la materia. Parece que va a llegar
lo indefinible transustanciador y se nos va a adentrar en la carne -o a
florecer, por fin, desde ella- con el mismo vigor con el que se nos incrusta el
Respighi de "Los pinos de la Vía Apia", uno de los crescendos más
notables que yo haya escuchado.
"El aire se serena / y viste de hermosura y luz no usada",
parece decírsenos, frailuisianamente, a partir del verso noveno. Y esa
tarde de julio es algo más que un instante infinito. "La transparencia,
Dios, la transparencia", que diría JRJ.
En el fondo, el meollo del poema pudiera ser esta oración principal a la
que se le van adjuntando los meandros de los versos: En una tarde paramística
de julio sentí el escalofrío de la plenitud.
Gerardo Diego lo "relata" de esta manera: "Era en
Numancia, al tiempo que declina / la tarde del agosto augusto y lento. / La luz
se hacía por momentos mina / de transparencia y desvanecimiento".
Sin grandes palabras ni exaltaciones métricas, con léxico sucinto y
cotidiano, deviene lo mágico del instante eviterno. La consecuencia
síquica sin causa física: la transustanciación de la materia, la
rozadura del éxtasis sin religiosidades: el esplendor oculto de la
naturaleza deshojando sus ascuas escondidas. Es la acechanza dulcísima de
Teresa de Jesús, por ejemplo, desprovista de mixtificaciones: el M'illumino
d' inmenso, del poema monoversal "Mattina", de Ungaretti: como si
una divinidad apresada en la médula se escapase por una brecha de la
racionalidad y reclamase su existencia exterior. (En otro poema dice Valverde: "Con las últimas luces la mirada se pierde / luminosa de eterno").
De este modo, la "mecánica terrestre" -el río de la vida-
consiste en un laberíntico flujo de frivolidades que desembocan inesperadamente
en presencias metafísicas, presentimientos y clarividencias. Pues somos
individuos tracendentes, esquirlas de una estrella, arcilla desde el cosmos.
La vigencia de un texto.-
¿Importa este poema al hombre actual? Creo que podría servir de prefacio
para una antología de textos sobre la inmensidad. Porque ¿Quién no ha sentido en medio de la prosa
cotidiana la percepción fugaz de un infinito?
Me pondré como ejemplo de sentidor de esas experiencias:
Desde mi primera adolescencia, inesperadamente y con pánico al principio,
he sentido un íntimo fulgor que después me pareció descubrir en algunos poemas
amorosos y místicos, y más aún, en la música. Era como si la belleza apresada
en el tedio del escepticismo melancólico que me atenazaba burlase sus barrotes
y convirtiera, por un instante solo, mi infierno en paraíso.
Y es la filtración del hombre anhelante en la monotonía cotidiana -la intuición, contemplación, arrobamiento y transfiguración de un locus amoenus, tal vez inaccesible- lo que sigue produciéndome fascinación, misterio, claridad: hipnosis inconcreta.
Perseguidor de esas sensaciones, y perseguido por ellas, siempre he
preferido Fray Luis a Juan de Yepes: porque este busca un cielo más allá de
esta vida, y aquel el paraíso del sosiego en esta: eso lo hace humano, no un
mendicante de milagros. Igual preferencia siento por Lope frente a Quevedo:
carnalidad, no etereidad. Aunque una implica la otra y cada una me haya
remitido a ambas. Empecé a comprenderme ante las páginas de Dostoiewski y
Herman Hesse, entre otros muchos. Ahora este breve poema enuncia el
instante intemporal y desemboca en él. Lo cual me lleva a concluir que tal
presentimiento o intuición poseyó también a esos, y otros muchos hombres, que
escribieron sobre ello: de modo que su contenido es patrimonio sustancial de la
humanidad.
En
resolución:
La belleza y trascendencia no son útiles solo para los sentidos sibaríticos. Son los músculos que vigorizan el espíritu y, por lo tanto, la sujeción de la materia carnal de todos los mortales. Estos versos recuerdan esa espiritualidad profana inherente al hombre que la sociedad ha ido marginando en su fuga hacia el progreso mecanicista y robótico. Su sustancia la sentía a flor de piel el homo sapiens de las cavernas, y la oculta la coraza con que la modernidad pretende insensibilizar la conciencia. De modo que este poema trata de uno de los temas esenciales que definen a ese ser "demasiado menor que chiquitito" (M. Hernández) que es, "considerado en frío, imparcialmente" (Vallejo), el ser humano: para que recuerde que no solo de pan y circo vive cada día, sino que su dimensión es más elevada. Su contenido nos remite a otros textos que dejan constancia de la metafísica que alberga "este armazón de huesos y pellejo" (Bécquer) convertido en el "ángel con grandes alas de cadenas" (Blas de Otero) que ya previera Baudelaire en "El albatros". Tal vez sea el èlan vital que hallamos a lo largo de la Historia en las huellas y fragmentos de identidad e inmensidad que ha ido arrojando en su camino: Platón, Plotino, materialismos, idealismos ... Todo ello demuestra que la dicotomía cuerpo / espíritu no es una oposición, sino una unión indisoluble. Y que lo mejor está en esa parte, lugar o utopía que a veces nos asalta. Nombre o identidad de ese otro ser nuestro cuyo rostro queda "allí donde la pluma se detiene".
La belleza y trascendencia no son útiles solo para los sentidos sibaríticos. Son los músculos que vigorizan el espíritu y, por lo tanto, la sujeción de la materia carnal de todos los mortales. Estos versos recuerdan esa espiritualidad profana inherente al hombre que la sociedad ha ido marginando en su fuga hacia el progreso mecanicista y robótico. Su sustancia la sentía a flor de piel el homo sapiens de las cavernas, y la oculta la coraza con que la modernidad pretende insensibilizar la conciencia. De modo que este poema trata de uno de los temas esenciales que definen a ese ser "demasiado menor que chiquitito" (M. Hernández) que es, "considerado en frío, imparcialmente" (Vallejo), el ser humano: para que recuerde que no solo de pan y circo vive cada día, sino que su dimensión es más elevada. Su contenido nos remite a otros textos que dejan constancia de la metafísica que alberga "este armazón de huesos y pellejo" (Bécquer) convertido en el "ángel con grandes alas de cadenas" (Blas de Otero) que ya previera Baudelaire en "El albatros". Tal vez sea el èlan vital que hallamos a lo largo de la Historia en las huellas y fragmentos de identidad e inmensidad que ha ido arrojando en su camino: Platón, Plotino, materialismos, idealismos ... Todo ello demuestra que la dicotomía cuerpo / espíritu no es una oposición, sino una unión indisoluble. Y que lo mejor está en esa parte, lugar o utopía que a veces nos asalta. Nombre o identidad de ese otro ser nuestro cuyo rostro queda "allí donde la pluma se detiene".
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Posdata: Puesto que la tecnología lo permite, el lector hará bien en pulsar aquí y aquí para entender mejor, o completar, cuanto he pretendido decir (aunque en el segundo texto trasladase mi sensación profana al personaje místico al que se la atribuyo).