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lunes, 18 de junio de 2012

Presentación de un libro (Disquisiciones, XIX)



Crónica Amable


Por fin, Don Novel descubrió cuál era la causa de su malestar: toda su vida huyendo de la muchedumbre farfullante y, sin embargo, acababa de transgredir esa huida:

En la mesa cultural yacía Don Librero, cuyo silencio era la demostración de que simplemente quería figurar. Don Editor dijo tres frases mal hilvanadas sobre la “extraña” calidad del libro que había decidido publicar. Don Presentador habló durante 10 minutos de unas cuantas cosas ajenas al acto y nombró elogiosa y gratuitamente a Autor y Libro varias veces: para que la parte ocultase la ausencia de un todo común. Don Autor, que ya había cometido la impunidad de escribir y dar a la edición aquel endriago, leyó una docena de baratijas en versos dodecafónicos, enriqueciéndolos con alígeros comentarios sobre dónde y cuándo los había perpetrado…

Acabada la bojiganga, algunos espectadores, en vez de buscar un espacio y tiempo adecuados, se lanzaron en corrillo a criticar gritatorialmente el último Gran Premio Lírico, cada uno intentando meter, a la vez que los otros, su gallinácea opinión en aquel improvisado corral de disparates, sin darse cuenta de que disparataban sobre el mismo tipo de corrupción que acababa de gangrenarse en la sala y del que todos habían participado.

Entonces se dio cuenta: 
Lo que a Don Novel le pesaba no era aquella necedad, emblema de la España Cultívora y la gran Famamundia; lo que le pesaba es que él había estado allí y se había comprometido a volver, días después, como protagonista de un nuevo aquelarre…  


Solana: Tertulia en el Pombo