Gericault
Panagiotis: Sinfonía para la libertad
Un poema social
Miro la lluvia,
su ancestral imagen
de lágrima sin
ojos, y recuerdo
la tristeza del
mundo.
De este lado
de los cristales
yo te beso, envaino
en tu cuerpo mi
cuerpo, y tus entrañas,
cálidas como un
vino, se repliegan
alrededor de mi
lasciva carne,
haciendo seminar
dentro de ti
el
desencanto de mi amor airado.
Miro la lluvia: cada estela de
agua
escrita en la ventana como
un cauce
es un surco de miel que
voy trazando
con mi cuerpo en tu cuerpo;
y cada muerte
que sucede allá lejos, en la
patria
que hemos abandonado para
amarnos,
es un grito de
vida en este abrazo
que mantenemos
en nuestra trinchera
para
sobrevivirnos y hallar paz.
Qué lasitud tras
cada acometida,
y qué
desasosiego cada vez
que observo el
horizonte y veo la lluvia
caer
interminable sobre el mundo.
Ayer fue todo igual, y lo
será
mañana: aquí, la vida; allí,
la muerte;
la soledad, al fin, en todas
partes.
Me siento
derrotado; quiero huir
del dolor y del
gozo: de la lucha
y también del
descanso del guerrero.
Me invade una
letal melancolía
ante tanta
tragedia.
Pero miro
tus ojos
sorprendidos por la luz
de este mágico
encuentro, tu fulgor
que estría la
mañana:
y pasan ante mí,
como un
desbocamiento innumerable,
todas las hecatombes
de la Historia,
los niños
masacrados, y el Amor
cabalgando desde
el remoto origen:
y en ese
instante de veneno y triaca
la
ley universal de la alegría
escancia sus
aljibes redentores
transfigurando
toda realidad.
Y vuelvo a
amarte y a decirte: vamos
un día más
afuera, a la batalla:
detengamos el
odio.
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