Un actor tan prosaico como Mel Gibson intenta, como director, sembrar poesía en la violencia épica del lar precolombino.
Una denuncia de la autodestrucción del poder y un canto a la supervivencia.
Progresivo interés con inesperada anotación final -émula de la de El planeta de los simios, 1968-, metáfora y epílogo iniciático de cuanto se nos cuenta.
Una denuncia de la autodestrucción del poder y un canto a la supervivencia.
Progresivo interés con inesperada anotación final -émula de la de El planeta de los simios, 1968-, metáfora y epílogo iniciático de cuanto se nos cuenta.
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