Liszt / Horowitz: Consolación
Muchas aljabas sicológicas me envió el sombrío Tánatos a lo largo de mi
vida, de tal modo que se empecinó en torturarme la existencia. En una de tales
ocasiones, no hace sino unos pocos años, estando yo indefenso y a merced de la
melancolía, solamente la música podía distraerme de mí mismo, que soy el peor
enemigo con el que puedo tropezarme. No había página que llamase mi atención o
suavizara mi derrota. Todo cuanto había leído y reconfortado mi espíritu y mi
voluntad eran en ese trance, como en otros, inútiles metrallas contra la
desazón universal que me asediaba. Solo, cuando languidecía, la escritura me
daba algún sosiego.
Después, o entonces, escribí: (pulsar El paraíso
perdido):
¿Dónde
estarán las músicas y versos
con
que se consolaba mi existencia
-y
de tanto suicidio me salvaron-
ahora
que preciso
su
talismán para alentar mi vida?
Porque, efectivamente, la pluma, el pentagrama, el lienzo... nos salvan: el
arte apacigua la existencia.