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JOAQUÍN JUAN
PENALVA Y LUIS BAGUÉ QUÍLEZ
En los últimos meses han coincidido en las librerías dos antologías de Antonio Gracia, El mausoleo y los pájaros y Devastaciones, sueños, volúmenes que recorren la poesía del autor por sendas excluyentes, a veces casi opuestas; la primera se organiza por libros, en tanto que la segunda ordena las composiciones dentro de tres grandes épocas: "Fragmentos de identidad", "Fragmentos de inmensidad" y "Nosce te ipsum". Siempre ha habido en Gracia un interés por reunir, distribuir y recopilar su propia obra, de manera que esta no llegara a los lectores de una forma fragmentaria o distorsionada. Su escritura lírica, que abarca más de cuarenta años de creación, es muy amplia, e incluye un periodo de quince años sin escribir, el que encontramos entre Los ojos de la metáfora (publicado en 1987, pero concluido en 1983) y Hacia la luz (1998).
Se ha insistido muchas veces en que el caso de Antonio Gracia es algo atípico dentro del panorama poético español, pues pocos poetas pueden presumir de una obra, como la suya, totalmente presidida por un yo omnipresente y casi omnisciente; como apunta Prieto de Paula, la poesía de Antonio Gracia "es emanación directa de ese yo poemático que es también, no sé si de grado o por fuerza, el yo atormentado de Antonio Gracia". Es, desde luego, un poeta reconocido, pero, por motivos puramente extraliterarios, sus libros no siempre han llegado a los lectores, aunque esa tendencia -por fortuna- se ha ido corrigiendo en los últimos años. Fragmentos de identidad (Poesía 1968-1983) no fue solo el título de su primera antología, sino una generosa muestra de su poesía más experimental y vanguardista, desde La estatura del ansia (1975) hasta Los ojos de la metáfora (1987), pasando por Palimpsesto (1980). A aquel tramo creativo pertenecen composiciones memorables como Antonio Gracia en los infiernos, The Lady of Ilici, Poème d'un autre, Epopeya sin héroe.
"Fragmentos de inmensidad" es el rótulo general con el que el autor ha caracterizado la segunda parte de su obra. Este bloque temático se organiza en torno a una premisa recurrente: el regreso del poeta a la semilla de la palabra, tras haberse asomado al desfiladero del sinsentido y al vacío de una razón de la que solo queda en pie su estructura discursiva. Las entregas que inauguran esta etapa, Hacia la luz (1998) y Libro de los anhelos (1999), resumen con elocuencia el itinerario que conduce desde la calcinación significativa hacia un nuevo deslumbramiento pasional. Ejemplo de este proceso es la presencia de Oniria, emblema de una pulsión vitalista transustanciada en la expresión poética. No se trata de que Antonio Gracia haya dejado atrás su condición agónica para remansarse en los espejismos de la felicidad. Al contrario, el deseo de levantar el himno sobre las cenizas del treno obedece a un voluntarismo de cuyo esfuerzo dan testimonio la construcción lírica -más cercana a los patrones clásicos- y la modulación verbal -abismada en un trasunto de eternidad-.
Reconstrucción de un diario (2001) adopta la forma de un singular poema-libro, cuya textura verbal parece trasladar a la página la inquietante plasticidad de un grabado de Durero: El caballero, la muerte y el diablo. En este caso, el correlato histórico-cultural sirve de soporte para una experiencia desprovista de referentes inmediatos, pero centrada en dos grandes temas: la gesta del amor y la derrota del lenguaje que intenta apresarlo, pero que solo alcanza a registrar su inevitable caída. Así lo recogen unos versos de Locus amoenus: "Si detener pudiera la vida en ese instante / elegiría ser el acorde infinito, / un cuadro inacabable, un verso inextinguible".
Si Reconstrucción de un diario dotaba de dimensión épica al mito de la intimidad, en sus siguientes libros cristaliza "una suerte de épica introspectiva", en palabras de Prieto de Paula. La epopeya interior (2002), El himno en la elegía (2004), Por una elevada senda (2004) y Devastaciones, sueños (2005) insisten en las mitologías particulares del sujeto, al tiempo que encuadran su existencia en el territorio de la recapitulación biográfica y del temporalismo doliente. El exaltado sensualismo de Hacia la luz, que desembocaba en la silueta del homo semens, se sustituye, en Devastaciones, sueños, por la metáfora del homo moriens, paisaje anímico y epítome de "la geometría que llamamos hombre".
La fusión entre el yo y el cosmos protagoniza La urdimbre luminosa (2007), en la que Antonio Gracia se adentra en la fábula de la historia y en las brumas de un viaje que -al igual que el de Ulises- se cumple en el regreso. Al final del recorrido, la conciencia del fracaso y la ficción de la identidad se redimen gracias al afán prometeico de la voluntad creadora: "Sé que escribir es mi única victoria / contra la muerte. Escribo". Esta rotunda constatación del desengaño convive con la imagen de la inmensidad y con el convencimiento de la permanencia en la palabra.
Tras La urdimbre luminosa, Gracia ha entregado a las prensas tres libros más y una plaquette, todos publicados en 2010: Siete poemas y dos poemáticas, Hijos de Homero y La condición mortal son los libros; Informe pericial es la plaquette. Siete poemas y dos poemáticas supone un ejercicio de revisión, quintaesencia y recopilación de un poeta capaz de reescribirse, reinventarse, reordenarse y, como a él mismo le gusta decir, "escribivirse" continuamente. Hijos de Homero, en cambio, rinde homenaje tanto a los grandes temas de la lírica -amor, muerte, fama, paso del tiempo...- como a los poetas, filósofos, músicos, trovadores y pintores que forman parte de su memoria espiritual; a aquellos artistas cuyas obras y personajes han configurado su autobiografía estética. Es la reflexión personal de un poeta que ha decidido retratarse a partir de los libros que ha leído, los cuadros que ha visto y las partituras que ha escuchado. En La condición mortal, por último, Gracia sitúa al individuo frente al paso inexorable del tiempo y frente a la inmensidad de la naturaleza, para constatar su insignificancia y fragilidad.
Sin duda, El mausoleo y los pájaros y Devastaciones, sueños ofrecen una oportunidad inmejorable para encontrarse -o reencontrarse, según el caso- con la poesía de Antonio Gracia, quien ha logrado en sus versos unir la escritura y el arte con la vida.
En los últimos meses han coincidido en las librerías dos antologías de Antonio Gracia, El mausoleo y los pájaros y Devastaciones, sueños, volúmenes que recorren la poesía del autor por sendas excluyentes, a veces casi opuestas; la primera se organiza por libros, en tanto que la segunda ordena las composiciones dentro de tres grandes épocas: "Fragmentos de identidad", "Fragmentos de inmensidad" y "Nosce te ipsum". Siempre ha habido en Gracia un interés por reunir, distribuir y recopilar su propia obra, de manera que esta no llegara a los lectores de una forma fragmentaria o distorsionada. Su escritura lírica, que abarca más de cuarenta años de creación, es muy amplia, e incluye un periodo de quince años sin escribir, el que encontramos entre Los ojos de la metáfora (publicado en 1987, pero concluido en 1983) y Hacia la luz (1998).
Se ha insistido muchas veces en que el caso de Antonio Gracia es algo atípico dentro del panorama poético español, pues pocos poetas pueden presumir de una obra, como la suya, totalmente presidida por un yo omnipresente y casi omnisciente; como apunta Prieto de Paula, la poesía de Antonio Gracia "es emanación directa de ese yo poemático que es también, no sé si de grado o por fuerza, el yo atormentado de Antonio Gracia". Es, desde luego, un poeta reconocido, pero, por motivos puramente extraliterarios, sus libros no siempre han llegado a los lectores, aunque esa tendencia -por fortuna- se ha ido corrigiendo en los últimos años. Fragmentos de identidad (Poesía 1968-1983) no fue solo el título de su primera antología, sino una generosa muestra de su poesía más experimental y vanguardista, desde La estatura del ansia (1975) hasta Los ojos de la metáfora (1987), pasando por Palimpsesto (1980). A aquel tramo creativo pertenecen composiciones memorables como Antonio Gracia en los infiernos, The Lady of Ilici, Poème d'un autre, Epopeya sin héroe.
"Fragmentos de inmensidad" es el rótulo general con el que el autor ha caracterizado la segunda parte de su obra. Este bloque temático se organiza en torno a una premisa recurrente: el regreso del poeta a la semilla de la palabra, tras haberse asomado al desfiladero del sinsentido y al vacío de una razón de la que solo queda en pie su estructura discursiva. Las entregas que inauguran esta etapa, Hacia la luz (1998) y Libro de los anhelos (1999), resumen con elocuencia el itinerario que conduce desde la calcinación significativa hacia un nuevo deslumbramiento pasional. Ejemplo de este proceso es la presencia de Oniria, emblema de una pulsión vitalista transustanciada en la expresión poética. No se trata de que Antonio Gracia haya dejado atrás su condición agónica para remansarse en los espejismos de la felicidad. Al contrario, el deseo de levantar el himno sobre las cenizas del treno obedece a un voluntarismo de cuyo esfuerzo dan testimonio la construcción lírica -más cercana a los patrones clásicos- y la modulación verbal -abismada en un trasunto de eternidad-.
Reconstrucción de un diario (2001) adopta la forma de un singular poema-libro, cuya textura verbal parece trasladar a la página la inquietante plasticidad de un grabado de Durero: El caballero, la muerte y el diablo. En este caso, el correlato histórico-cultural sirve de soporte para una experiencia desprovista de referentes inmediatos, pero centrada en dos grandes temas: la gesta del amor y la derrota del lenguaje que intenta apresarlo, pero que solo alcanza a registrar su inevitable caída. Así lo recogen unos versos de Locus amoenus: "Si detener pudiera la vida en ese instante / elegiría ser el acorde infinito, / un cuadro inacabable, un verso inextinguible".
Si Reconstrucción de un diario dotaba de dimensión épica al mito de la intimidad, en sus siguientes libros cristaliza "una suerte de épica introspectiva", en palabras de Prieto de Paula. La epopeya interior (2002), El himno en la elegía (2004), Por una elevada senda (2004) y Devastaciones, sueños (2005) insisten en las mitologías particulares del sujeto, al tiempo que encuadran su existencia en el territorio de la recapitulación biográfica y del temporalismo doliente. El exaltado sensualismo de Hacia la luz, que desembocaba en la silueta del homo semens, se sustituye, en Devastaciones, sueños, por la metáfora del homo moriens, paisaje anímico y epítome de "la geometría que llamamos hombre".
La fusión entre el yo y el cosmos protagoniza La urdimbre luminosa (2007), en la que Antonio Gracia se adentra en la fábula de la historia y en las brumas de un viaje que -al igual que el de Ulises- se cumple en el regreso. Al final del recorrido, la conciencia del fracaso y la ficción de la identidad se redimen gracias al afán prometeico de la voluntad creadora: "Sé que escribir es mi única victoria / contra la muerte. Escribo". Esta rotunda constatación del desengaño convive con la imagen de la inmensidad y con el convencimiento de la permanencia en la palabra.
Tras La urdimbre luminosa, Gracia ha entregado a las prensas tres libros más y una plaquette, todos publicados en 2010: Siete poemas y dos poemáticas, Hijos de Homero y La condición mortal son los libros; Informe pericial es la plaquette. Siete poemas y dos poemáticas supone un ejercicio de revisión, quintaesencia y recopilación de un poeta capaz de reescribirse, reinventarse, reordenarse y, como a él mismo le gusta decir, "escribivirse" continuamente. Hijos de Homero, en cambio, rinde homenaje tanto a los grandes temas de la lírica -amor, muerte, fama, paso del tiempo...- como a los poetas, filósofos, músicos, trovadores y pintores que forman parte de su memoria espiritual; a aquellos artistas cuyas obras y personajes han configurado su autobiografía estética. Es la reflexión personal de un poeta que ha decidido retratarse a partir de los libros que ha leído, los cuadros que ha visto y las partituras que ha escuchado. En La condición mortal, por último, Gracia sitúa al individuo frente al paso inexorable del tiempo y frente a la inmensidad de la naturaleza, para constatar su insignificancia y fragilidad.
Sin duda, El mausoleo y los pájaros y Devastaciones, sueños ofrecen una oportunidad inmejorable para encontrarse -o reencontrarse, según el caso- con la poesía de Antonio Gracia, quien ha logrado en sus versos unir la escritura y el arte con la vida.