Honegger / Baudo: Chant de la joie
No es difícil hallar una razón para vivir y sentirse orgulloso de estar vivo. Basta con dejar las filosofías trascendentes y las abstracciones de la ensoñación, el aplauso mundano o la cuenta corriente deseosa de henchirse. Basta con mirar a nuestro alrededor y observar si hemos dado a nuestros hijos y a nuestros padres cuanto necesitan, si hemos sabido escuchar a nuestros amigos, si no nos engañamos creyéndonos cumplidores de lo que incumplimos.
Si el ser humano es la única criatura capaz de sacar conclusiones, parece claro que el fin de esa facultad es acumular premisas, desarrollarlas, comprender, explicar. ¿Existe una más noble actividad del hombre que la de aprender para enseñar, heredar la sabiduría de los siglos y legarla corregida y aumentada? La auténtica enseñanza consiste en educar el corazón para que satisfaga con prudencia cuanto le pertenece; lo demás son gentiles sutilezas e inútiles abalorios de la sociedad convencional. No hay otra solidaridad como esa, puesto que el conocimiento es la mejor ayuda que poseemos y podemos dar. La Naturaleza nos da la vida; pero la educación nos enseña a vivir.