CON LA CAL EN LOS DEDOS
Pilar Blanco
Provincia. Colección de poesía.
Recoge Pilar Blanco en Con la cal en los dedos una
selección de sus libros anteriores; o tal vez fuera mejor decir de su libro
anterior, publicado mediante capítulos íntimos de diferente título a lo largo de tres décadas, pues la autora es
de las que hallan su voz desde el inicio de su itinerario y su único tema, como afirmaba para sí Montaigne, es ella misma.
Digo capítulos porque relación, si no narrada, emocional y reflexiva, es su tarea verbal:
confidencias autobiográficas -sin anécdota lastrante- del soliloquista que vive en nuestra mente y que
hace válida -para todo creador- la afirmacion de Goethe: "todas mis obras
son fragmentos de una gran confesión". Porque Pilar Blanco aún escribe
como la razón manda: sin saltimbanquismos pirotécnicos ni temas coyunturales, para ella misma y negando que el poeta es un
fingidor, como tanto palurdo y analfabeto de la mismidad cree que hay que tener como divisa,
separando vida y escritura para gloria de la muchedumbre desfalcadora de la
palabra auténtica, enjuta y limpia.
Hay plumas que cotillean sobre el anecdotario de su autor y verbofagian cuantas frivolidades les ocurren hasta verborrearlo entre estrépitos podencos y librunos; hay otras plumas que sienten lo indeleble en el corazón humano de cualquier época y lo desproveen de epidermidades para transcribirlo como un frágil diario o una biografía síquica. (El lector puede observar cómo la retórica intenta suplantar el decir directo y cálido: pulsando Pilar Blanco, o Mester antiguo). Esa mirada introspectiva y acechante es la que se ve y se escribe en esta antología: la poesía interior, no el verso prosisófago.
El autoconocimiento como exordio, digresión y epílogo: así he entendido siempre la poesía; y así encuentro esta. Difícil tarea, que no es sino el reducto en el que se atrinchera el alma para acometer su "insensato" anhelo de identificarse:
Hay plumas que cotillean sobre el anecdotario de su autor y verbofagian cuantas frivolidades les ocurren hasta verborrearlo entre estrépitos podencos y librunos; hay otras plumas que sienten lo indeleble en el corazón humano de cualquier época y lo desproveen de epidermidades para transcribirlo como un frágil diario o una biografía síquica. (El lector puede observar cómo la retórica intenta suplantar el decir directo y cálido: pulsando Pilar Blanco, o Mester antiguo). Esa mirada introspectiva y acechante es la que se ve y se escribe en esta antología: la poesía interior, no el verso prosisófago.
El autoconocimiento como exordio, digresión y epílogo: así he entendido siempre la poesía; y así encuentro esta. Difícil tarea, que no es sino el reducto en el que se atrinchera el alma para acometer su "insensato" anhelo de identificarse:
La mujer que se esconde
detrás de estas palabras (...)
no tiene ya otra voz
que este oficio insensato de decirse
(...)
y nombra lo que es. (p. 139)