Liszt: Estudio trascendental, 8.
Entonces dijo Naturaleza a Sociedad:
“La única religión académica es la del estudio, y su catecismo empieza así:
Yo soy el que aprende; tú eres el que enseña. Aprender porque enseñas es mi primer gran deber; aprender a enseñar para que yo aprenda a bienvivir es el tuyo.
Debes enseñarme, y yo debo aprender, que mi voluntad es libre; y que solamente debo frenarla cuando atente contra la voluntad ajena: que soy libre mientras sea responsable de ese derecho. Que nada más puedo utilizar la fuerza de la razón: la que concede el saber.
Esas son las leyes del aprendizaje: que el conocimiento es la única arma inerme. Y cualquier bandera llamada crucifijo, media luna -o similares iconos eclesiásticos- con los que se pretenda condecorar mi educación ayudará tan solo a que el fanatismo se convierta en una asignatura que destruya todas las demás.
En cuanto a la lengua en la que se me transmita esa enseñanza: debe ser la más adecuada para comunicarme con todos los ciudadanos del mundo, no solo de una parte del mundo. Porque vivimos en el mundo, no en una aldea, por muy dignas que sean estas. Hoy todos los humanos somos vecinos. Y vivimos para convivir: para hacer compatibles el yo y el nosotros.
Debes enseñarme, y yo debo aprender, que mi voluntad es libre; y que solamente debo frenarla cuando atente contra la voluntad ajena: que soy libre mientras sea responsable de ese derecho. Que nada más puedo utilizar la fuerza de la razón: la que concede el saber.
Esas son las leyes del aprendizaje: que el conocimiento es la única arma inerme. Y cualquier bandera llamada crucifijo, media luna -o similares iconos eclesiásticos- con los que se pretenda condecorar mi educación ayudará tan solo a que el fanatismo se convierta en una asignatura que destruya todas las demás.
En cuanto a la lengua en la que se me transmita esa enseñanza: debe ser la más adecuada para comunicarme con todos los ciudadanos del mundo, no solo de una parte del mundo. Porque vivimos en el mundo, no en una aldea, por muy dignas que sean estas. Hoy todos los humanos somos vecinos. Y vivimos para convivir: para hacer compatibles el yo y el nosotros.
Pero Sociedad continuó una wert y otra wert contraviniendo el criterio de Naturaleza. Y sobrevino, infierno tras infierno, la hecatombe social.