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martes, 7 de mayo de 2013

Soliloquio del artista

Pachelbel: Canon

Alegato del creador

1.- Este es mi retrato y mi divisa: siento una pulsión interior que va más allá de mi racionalidad (y al que muchos llaman inspiración); me resulta imprescindible liberarlo de su inefabilidad; me aferro a un canon expresivo, a un método, o me libero de él; convierto mi voluntad en acto al terminar mi obra; descanso hasta la próxima invasión de lo invisible mientras los demás se obstinan en poner nombre a lo que jamás lograrán ver como yo vi: el cosmos que he creado.
2.- Irrefutable me parece esta primera dicotomía del artista, y aun del ser humano: lo que quiero ser como individuo que se autosatisface con su creación y lo que consigo como persona que no puede librarse de su ser y estar sociales
3.- Como artista quiero conseguir la idónea expresión de lo que siento; como individuo social quiero ver plasmada esa ansiedad en un éxito popular -aunque prefiero el prestigio a la fama-. Y afirmo que todo lo que va desde lo que quiero decir a lo que consigo expresar -con palabras, cuadros, pentagramas- me pertenece y es responsabilidad mía. El periplo interior que hago hasta que doy por terminada mi obra también es mío. Lo demás, lo que hay tras lo que expongo al público -oyente, vidente o leyente- es de los otros. Y no importan para mi creación ni el cotilleo interior e introspectivo -el proceso creador: mis dudas, mi método, mi fin- ni la interpretación historicista y cultural -que es un proceso de aprendizaje y, como tal, se concreta en muchos criterios, desde el librepensador al fanatista del canon impositivo-.
4.- El progreso ha ido añadiendo elementos al arte y a las ciencias, y también abandonándolos cuando el tiempo, como un buen filtro, ha desahuciado aquellos que no aportaban nada al hombre, o cuando el homo ludens necesitaba otros juegos. Pero el homo sapiens siempre se queda con lo que es esencial para su existencia y pervivencia. Por eso de las vanguardias y experimentalismos perdura lo que aportan a la tradición, que es la columna vertebral del hombre y del arte. Cualquier obra, por muy transgresora o exitosa que sea en su contexto, que no aporta un fragmento de identidad del ser humano está condenada al olvido, así como la que añade alguna sabia perspectiva sobre la esencialidad del hombre pasa a integrar el retrato de la humanidad. Ser artista es definir al hombre interior que vive en muchedumbre.
5.- Cuando creo no puedo cometer mayor error y traición artística que tener en cuenta a quienes van a juzgarme con sus opiniones. Puedo querer el aplauso masivo, o vender muchas obras, si no me vendo con ellas. La recepción del arte es, por principio, un elemento ajeno, y aun opuesto, a la creación. Pues la efusión de lo que siento y plasmo es un yo artístico y humano que se vería suplantado por el nosotros social si este se interfiere en el acto creativo. Necesito convertir en esencia independiente y autónoma las circunstancias que me han hecho ser como soy. Necesito un corazón racionalista y un cerebro sensitivo. Y nada tiene que ver esto con el egoísmo y la solidaridad: en arte no hay democracia, sino individuo. Y este, paradójicamente, solo puede dar su creación a los demás si se entrega solamente a sí mismo cuando crea. 
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Retrato del artista