Bruch (Delvaux): C. violín nº 1
Se sentía tan dolorosamente extraño que apenas recordaba su verdadera identidad. ¿Era aquel que reía tan solo con que el sol iluminara el cuerpo de su amada?
Todo se transformó en desdicha cuando los separó la desventura del amor. Cayó en una melancolía cada vez más creciente y destructiva, y se lanzó a la aventura cinegética de cuerpos que no amaba pero con cuya posesión acallaba el vacío de su espíritu. En su agenda escribía apenas las citas y los besos y lujurias. Y contaba una vez y otra vez hasta cincuenta y cuatro. Había más nombres, pero no estaba seguro de que los demás hubiesen abrazado el enamoramiento. Recordaba entonces el pregón insensato de don Juan para esconder que era incapaz de amar.
Ya nada le bastaba, no se saciaba con tal número, no sabía si era suficiente, si en las vidas ajenas había más nombres, más conquistas, más demostraciones del poder de la fascinación. Una invasión interior de material nadificante lo empujaba a creer que detenerse en la caza era declararse vencido porque nada le ataba ya a este mundo.
Dispuso la estrategia del enamoramiento, se lanzó a la aventura final que le mostrase que aún era capaz de ser idolatrado.
Dispuso la estrategia del enamoramiento, se lanzó a la aventura final que le mostrase que aún era capaz de ser idolatrado.
No sabía que el más feliz es aquel que tiene una sola vida propia porque ama y es amado y no necesita mentirse arrimando otros cuerpos a su cuerpo.
Guillermo Bellod
Pulsar para leer
Pulsar para leer