Hay dos libros que emblematizan al hombre y se constituyen en su himno y su elegía, las dos consecuencias más claras del eros y tánatos que lo configuran. El Quijote es la elegía de la existencia y las utopías. Robinson Crusoe es el himno por la supervivencia. Don Quijote es el sueño. Robinson Crusoe es la voluntad.
Popularmente podría decirse que se corresponden con el "a Dios rogando y con el mazo dando".
Bien está contar con el destino y con los dioses; pero quien no cuenta consigo mismo nada debe esperar.
Y ahí es donde el caballero y el marino confluyen: los dos rezan a una diosa y a un dios: Dulcinea y la Divinidad: pero sobre todo, en su ora et labora, ponen su empeño de solidaridad el uno y su afán de superación el otro.
La Mancha y sus aledaños son el mundo que hay que regenerar hasta convertirlo en la Edad Dorada. La isla es el paraíso edénico antes y después de Adán y Eva.
Los Karamazov son la búsqueda enfermiza.
Los Karamazov son la búsqueda enfermiza.
Hamlet es La Duda, la indecisión y la inacción. Otelo y Don Juan son la inseguridad enmascarada en la soberbia.