Saint-Saen: Danza macabra
También el hernandico celebró el jalogüín, y prueba de ello es este jaloguón magnificático:
Doctor, esmérese en la operación:
quiero que mi nariz sea un topacio
perfumado, y mi boca un gran palacio
que lubrique la fagocitación.
Los dientes, de diamante y corindón
-insinuando que sorbo muy despacio-;
el cabello frondoso, un poco lacio;
los ojos que hipnoticen con pasión.
¡Qué hermosura de rostro, qué cabeza
más cualichaletápera, qué pómulos,
qué achuchones románticos tendré!
¡Qué ejemplo de bellezas mi belleza!
Y aunque no encuentre rima para pómulos
cuántos pánfilos felacionaré!
(Garcilaso de la Verga Baja.- de Obras maestras a granel)
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