Después de las hecatombes misceláneas, los políticos citaron de uno en uno a la ciudadanía y dijeron a cada ciudadano tras un largo abrazo:
Político Primero: Hay que desmitificar la felicidad, darle su dimensión real en la vida cotidiana, que es el sosiego íntimo. Si no, quienes propenden a las ilusiones desmedidas se convierten en ilusos.
Político Segundo: Nunca serás feliz si piensas que puedes serlo al margen de lo que ocurra a tu alrededor. Tú no eres tú sin tu alrededor, y este acaba hiriendo tu íntimo yo y sustituyéndolo, si te sientes culpable ante algo. Por lo tanto: ocúpate de los demás, aunque los resumas solamente en uno: cuanto hagas por él lo haces por todos.
Político Tercero: Tú eres lo que crees ser, lo que los demás creen que eres y el que en realidad eres, cosa esta que jamás acabarás de saber. De manera que debes intervenir en lo que alcanza tu voluntad: mejorando al que crees ser y al que los demás creen que eres. El otro que hay en ti, y que te definiría, es indefinible.
Cuarto Político: Puesto que la conciencia nos persigue si no nos comportamos dignamente, y siempre acaba alcanzándonos, ¿por qué no actuamos voluntariamente con dignidad y no por temor al castigo moral o a la ley?
Quinto: ¿Por qué no empezar hoy mismo...?
(Cuenta en un aparte el juglar de esta historia que ninguno de ambos cinco practicó su Konsejo).
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