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domingo, 8 de diciembre de 2013

El amor es un pájaro enjaulado (2)


Rimsky-Korsakov: Sherezade (El príncipe y la princesa)

2.- Definición indefinible.-
Todos hemos acariciado ese lugar común del corazón que es el enamoramiento: su azúcar y ambrosía, tal vez su sal y su amargura; pero siendo el amor una emoción, un sentimiento, jamás un pensamiento, no hay dos seres que lo sientan igual, que lo "piensen" idéntico. Si todos lo sentimos, ninguno lo sabemos definir. Porque el corazón no es un tratadista, no es racional, sino animal experto en atavismos y en desconocer lo que conoce: tiene (Pascal) razones que la razón no tiene. Actúa a pesar del cerebro (pero desde su química); y este jamás ha conseguido ganarle la partida a aquel.
         De poco sirve, pues, recurrir a expresiones y tópicos que grandes pensadores han maquinado, elaborado, logicizado sobre el amor si este no tiene lógica racional convencional. Todos podemos identificarnos con sus definiciones, saber que somos parte de ellas, que tal y cual filósofo lo pensaron así y de otra manera. Pero fueron y son los amadores quienes lo han sentido con vigor y con carne y sin palabras, aunque luego escribieran su gozo y su dolor. Los sentidores son quienes lo reconocen aunque los pensadores sean sus elucubradores.

3.- Pasión, rúbrica púrpura.- 
Dígaseme, dígasenos, que Melibea la hermosa no puede vivir, y se suicida, cuando Calixto muere, y sentiré que Melibea sintió lo que yo siento: torbellino y vorágine, volcán y desazón total. Que Julieta e Isolda y que Isabel hacen lo propio al faltarles Romeo, Tristán, Diego Marsilla, y entenderé lo que no entiendo porque ellos amaron más que yo o de otra manera. Háblesele a mi corazón, no a mi cabeza, y sabré qué se dice, no qué se quiere decir. No se me mienta con razones, puesto que el corazón huye de la razón y solo sabe de motivos, de causas y no de consecuencias, de tacto, y de miradas, y de aullidos, de mordiscos y olores, de fuegos exultantes, y nunca de palabras marmóreas, sean diáfanas o frías. Sepa yo -recuérdelo el lector- de Leandro, de Venus en la cama de Vulcano, de Lanzarote y de Ginebra, de Werther y su amada, de Dante y de Petrarca y de Laura y Beatriz... : y en esos ecos de otras vidas encontraré mi voz y entroncaré mi vida. Su pasión, sus efectos, la enormidad de su aventura o desventura reflejarán la realidad, no la teoría. Encuentros y fugitividades, amor y desamor al retórico modo los prosapia en libélulos versos el licenciado en prosaísmos y ripios Campoamor, reflejos acaso, sus sapiencias, de su momia amorosa: 
                Viene amor y a dos en uno                 
                 funde Dios; 
                sopla el desamor helado 
                y vuelve a hacer, 
                importuno, / uno en dos
¿Dónde está la carne de esos versos filosófagos y dónde se ha escamoteado la sangre que los hizo escribir? Solo mojama y vetustez, ni emoción ni erotismo, ni la lujuria abierta en canal para que las entrañas hablen. Así no se ama nunca; así solo hay lechuzas en el lecho de la vida.
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