Debra Paget (Danza erótica de "La tumba india")
Cuando Leandro, el esforzado amante, cruza el mar en busca de su amada está haciendo lo que quien ama quiere hacer -menos morir entre las olas-; porque lo que anhela es llegar y abrazar y asaltar y asfixiarse en jadeos y besos del cuerpo perseguido que le espera, lleno de mar, pleno de amor y sexo. La vida está en Leandro, yo se la doy desde mi vida paralela como todo lector lo resucita con la suya. Tal vez fuese mentira, tal vez fue solo hipérbole la hazaña de Leandro, visitador noctámbulo a través del Helesponto hasta que la muerte lo mata mientras nada en la noche hacia su amor, su vida: pero el deseo, el sueño de que fue y de que así sucedió es tan real y necesario que ya es una verdad y es, en todo caso, el tiempo el único embustero al contar lo que ocurrió y no lo que debió ocurrir, que, por lo mismo, fue lo que sucedió, pues solo existe lo que hacemos nuestro.
Te amo, te deseo: eso basta para que un ser humano sacie a su
semejante. Te amo implica la
aceptación de la racionalidad: lo que entendemos por carácter, el conjunto de
sensibilidades, inteligencias, capacidades, gestos, armonías, las cualidades de
la personalidad, de la que no están ausentes los rasgos corporales. Te deseo significa la satisfacción de
la animalidad, la asunción del cuerpo, portador o vaina de la mente,
significante del significado que es el todo del ser que en el abrazo acaricia y
esplende al otro por el cual es espléndido y es una caricia. Leandro ofrece
todo eso a quien le espera, y él halla su identidad en esa entrega, que
significa a su vez que la amada se comprende a sí misma como digna de tal
esfuerzo amante: y se ofrece a su amado porque el ofrecimiento es su
identificación, su aceptación. Así, dice el poeta:
Sobre tu cuerpo escribo con mi cuerpo
el gran poema de la identidad.
La reciprocidad de aceptaciones es el éxtasis del amor, solo calmado, para empezar de nuevo, mediante la erosión de los cuerpos y el esplendor orgásmico, el único alimento que el amor reconoce, aunque el orgasmo sea también recíproca comida para quienes no se aman.
Sobre tu cuerpo escribo con mi cuerpo
el gran poema de la identidad.
La reciprocidad de aceptaciones es el éxtasis del amor, solo calmado, para empezar de nuevo, mediante la erosión de los cuerpos y el esplendor orgásmico, el único alimento que el amor reconoce, aunque el orgasmo sea también recíproca comida para quienes no se aman.
Si se interrumpe esa
dicotomía, la elementalidad te amo, te
deseo, o el equilibrio entre sus elementos no encuentra su perfecta armonía, surge la deserción del cuerpo o de la mente que intentan satisfacer
su necesidad de serse en sí mismos y en el otro, el uno a través de los demás,
porque un espejo múltiple formamos. Y entonces el amor se resuelve en poco amor
y muchos amoríos, la abstracción amorosa se concreta en multitud de cuerpos,
del amor se recoge solo el sexo, vaciado de aquel, vaina del eros. Porque
siempre el te amo provoca una
fiebre que el te deseo quiere
enfriar, curar: con la carnalidad desenfiebrada.
Leandro ofrece todo
eso a quien le espera, como digo; y él halla su identidad en esa entrega, que
significa a su vez que la amada se comprende a sí misma como digna de tal
esfuerzo amante. Pero no es siempre así.
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