Ravel Cantinfleado
Muchas circunstancias dañan a los buenos libros; pocas como los malos editores y los excesivos concursos literarios. Los malos editores porque quieren éxitos de ventas, no de calidades literarias; los concursos porque, salvo excepciones, suelen tener jurados incultos en las artes, o poco versados en ellas; además, porque exigen libros inéditos, con lo cual los autores se ven obligados a procrear incesantemente malos escritos para alcanzar algún premio en la incesante lotería que promueven. Así, entre la famamundia, la editoralancia y la escriturería simplemente se consigue malversar la escritura.
Con lo fácil que es premiar y editar aquello que es meritorio: aunque un libro fuese premiado en 20 concursos, serían 20 criterios de 20 jurados lo que garantizaría mínimamente la seriedad de un premio y la calidad del autor. No se escribiría para concursar y desaparecería una buena parte de la "literatura" que no debió ser jamás escrita o, al menos, publicada.