Los versos de Trovadorius (I)
Los versos de Trovadorius (VI)
El carbono 14 no ha conseguido fechar esta supuesta lectura de Trovadorius.
XXXVI.- El horizonte
Has pronunciado "ayer" y he oído "adiós",
como si el pentagrama del crepúsculo
y el viento en las palmeras
entonaran un fúnebre epitafio.
No me digas "ayer": no existe el tiempo
entre nosotros, y las despedidas
son para las gaviotas de la tarde,
que van y vienen siempre de regreso
al mismo punto cardinal. No digas
"adiós": entre nosotros
siempre es hoy porque vamos y volvemos
del amor al amor
interminablemente.
XXXVII.- El beso
Me has besado, amor mío, frente al mar.
Yo miraba el azul del horizonte,
donde el cielo se adentra en el océano,
y la fascinación me distraía
de ti. Ha sido entonces
cuando tu boca me ha sorbido como
el mar absorbe el cielo.
Y he pasado de un paraíso a otro.
"Que este beso perdure", dices. Pero
un beso solamente dura
el instante en que dos bocas se unen,
y la nostalgia solo
demuestra que no hay vida en el presente.
La levedad del viento de la tarde
expande su fugaz melancolía,
y las olas reclinan su tristeza
tendidas a tus pies.
"No dejes de besarme nunca", he dicho;
pues la nostalgia mata lentamente.
XXXVIII.- El faro
El faro es una torre en cuya cima
arde el fuego metálico.
Peldaños de azabache y abrasión
trepan el caracol marmóreo, giran
como un chorro de piedra megalítica.
El rocío del mar
al estrellarse en el acantilado
salpica el aire, deja
su salitre en el rostro.
El faro es una brújula varada
que orienta hacia los cielos. Cuántas veces
he subido en la noche, cuando alumbra
la oscuridad
por si al fin, algún día,
pudiese ver a Dios.