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jueves, 16 de julio de 2015

Vida de un tiburón



Darwin (Prosa para un poema)

Las fauces como yertos arrecifes
devorando la muerte que le acosa,
en la orbital arena se estremece
el gran huso de la depredación.
Condenado por la Naturaleza
a depredar para sobrevivir,
sorbe el mar el escualo
entre sacudimientos y agonías:
hasta que, libre, vuelve a los océanos.
Y lo mismo que el hombre, se condena
sin remisión a su destino estéril:
el vigor de la vida
le empuja a dar la muerte
mientras el mundo continúa errante,
sin conciencia del mal
y sin hallar sentido a cuanto existe.