Leer antes:
La conquista de la sabiduría, I (PERSECUCIONES)
Persecuciones, II (La conquista de la sabiduría, II)
La conquista del saber, 4 (La voluntad, II)
La conquista del saber, 8 (Identidad y apoteosis)
Todas las artes son libros (La conquista del saber, 9)
La única arma pacífica (La conquista del saber, 11)
La transmisión de la sabiduría (La conquista del saber, 12)
XII
La transmisión de la sabiduría
¿Cómo legar cuanta sabiduría
acrisolan los hombres tras milenios
sino con el ejemplo y la enseñanza?
No es buen legislador quien no legisla
primeramente sobre educación,
dice el legislador griego Licurgo.
¿Qué podemos saber, qué debo hacer,
qué nos espera y qué cosa es el hombre?
son las cuatro preguntas capitales
que hace Kant: ¿qué podemos responderle?
¿Que el hombre es solamente un ser que espera
y lo que debe hacer es aprender
para encontrar respuesta a sus preguntas?
Si un hombre es solamente lo que sabe,
como afirmaba Bacon sabiamente,
¿nos despreocuparemos del saber?
Las tres primeras universidades
-La Academia, El Liceo y El Jardín:
Epicuro, Aristóteles, Platón-
encontraron sus métodos. ¿Cuál de ellos
nos servirá después de tantos siglos?
¿Cuál será nuestro punto de partida?
¿Unir la distracción y la instrucción,
al modo de Platón y de Propercio?
¿Educar para el aula de la vida
como quiso Aristóteles y luego
insistió con firmeza Sigmund Freud
con su Educad para la realidad?
¿Recurriendo al diálogo cordial
que practicaban Epicuro y Sócrates?
¿O, en fin, mostrando, como quiso Einstein,
que la enseñanza debe recibirse
como un regalo y no como un castigo?
El buen educador convierte en fácil
el tema más difícil, y no existe
mejor institución que la del libro.
Carlyle ya escribió hace mucho tiempo:
no hay universidad mejor que una
pequeña colección de grandes libros.
Mas todo libro, como todo viaje,
necesita un sensato cicerone.
¿Y quién no anhela ser el profesor
que soñaba tener cuando era alumno?