Verdi: Libera Me
Todos tenemos, alguna vez, arranque de caballo y parada de asno. Lo malo es cuando el caballo es tan ígneo como Clavileño y el asno más rebuznador que el de Sancho Panza.
Lapsus es la persona más generosa que conozco: se entrega completamente, y ese es su hermoso arranque; sin embargo, también da enteramente sus defectos, agazapados entre sus virtudes: esa es su lamentable parada. Su carácter no es reflexivo, sino emocional: desconoce la templanza y sus impulsos son su peor enemigo porque transforman su bonhomía en monstruosidad intempestiva.
La mayoría no distingue entre su ser (identidad), quizá maravilloso, y su estar (comportamiento), a veces insoportable. Y así, el "estar" va apropiándose del "ser" hasta anularlo: porque, realmente, para los demás (incluso para nosotros mismos) solo somos lo que manifestamos. Manifestar nuestro peor yo, pudiendo mostrar el mejor, demuestra nuestra contumacia, o la incapacidad para deducir que no reconocer los errores es condenarse a repetirlos. En cualquier caso, no luchar para evitarle al otro nuestros desaciertos es faltarle al respeto: demostrarle que nos importa poco. De manera que, con el tiempo, lo que es una ferviente relación acaba convirtiéndose en un inevitable distanciamiento.
- Eso es lo que me pasa con Ella, dijo Él.
- Eso es lo que me pasa con Ella, dijo Él.
- Eso es lo que me ocurre con Él, dijo Ella.