Debussy: Ensueño
Por el motivo anterior, cuando La Metáfora -nombre común, y mayúsculo, del “sino sangriento” de M. Hernández, y tantos otros- nos acose, no consideremos que ha llegado el fin de los tiempos, sino que ese día es el primero del resto de nuestra vida, como dicen quienes saben vivir; y hagamos como Zorba el griego, ejemplo de entereza y exorcismo ante el error y la adversidad: el canto, el baile, el himno, el reclamo de la alegría como medicina frente a la fatalidad. Y repitamos con Shelley lo que le dice A una alondra:
Si hubiéramos nacido para no llorar nunca
desconoceríamos el placer
de buscar el camino que lleva a la alegría. (...)
Las canciones más dulces nacen de la tristeza.
Y si acaso nos dicen que el mundo es un torbellino y no debemos mantenernos al margen, digamos como la canción popular:
Dejemos que el mundo corra
mientras que no nos arrastre,
que no importa llegar antes,
sino gozar de las rosas
que hermosean el camino ...
Mirémonos y reconstruyámonos de modo que nos concedamos no solo un año nuevo y una vita nuova, sino una existencia renovada.
Son más breves las noches que los días, y hay dos horas de luz por cada sombra.
Retengamos la hermosa y sabia afirmación de Tagore:
Si lloras porque tus ojos no pueden ver el sol, tus lágrimas te impedirán ver las estrellas.