Santiago Montobbio
Los soles por las noches esparcidos
El Bardo
1.- Decía yo, no hace mucho, de Montobbio:
Los soles por las noches esparcidos
El Bardo
1.- Decía yo, no hace mucho, de Montobbio:
¿Qué puede deducirse de quien ha escrito 438 poemas en cuatro semanas?
Tras 20 años sin publicar libros de lírica, Santiago Montobbio, que ya apareció en estas páginas con el rostro de un poema, recoge en La poesía es un fondo de agua marina un caudaloso muestrario de su última producción.
Tanta fecundidad y fluencia parece exigir la expresión de los mecanismos de la mente, su obsesión laberíntica errante por unos túneles que desembocan o nacen en la preocupación por el poema y el arte, síntesis, órbita y gravitación de una vida.
La impresión, tras leer los primeros 15 ó 20 textos, es la de estar ante una anotación continua y desenfrenada, como un material de trabajo con el que construir el gran poema. Y el autor no lo oculta, sino que es consciente de ello: véase, por ejemplo, el texto que empieza "El silencio abraza más que las palabras".
Dietario síquico, desbocamiento, confesionalismo emocional y reflexivo. La escritura como testimonio de la sustitución de la vida por el poema: "tengo que vivir o que decirme" (p. 19). La escritura, que vampiriza la existencia: "yo solo quiero que me dejen en paz, / y poder escribir" (p. 252). Fragmentos de identidad, en fin: otro homo sapiens convertido en homo scriptor.
Cuando yo tenía 12 años escribía un diario en el que anotaba simplemente la hora, dónde estaba y qué hacía: como si de ese modo pudiera detener el tiempo o volver a él más tarde. El poema es también eso: la recuperación, la resurrección. Porque "al final todo tiene la forma de un recuerdo" (p. 277).
He aquí un conjunto de reflexiones en las que se reconoce todo aquel que no puede evitar escribir para identificarse.
(Para futuras reediciones: erratas en páginas 89, 94...)
2.- Poca diferencia existe entre el nuevo y el anterior libro de Montobbio, complementario uno del otro: Apuntes, semillas, larvas para la construcción de un poema ambicioso sobre la identidad del yo y su proyección artística y temporal.
El tema de la fatalidad puede, libremente, concentrarse en esta frase: "el tiempo muere y solo los adioses me persiguen" (p. 28).
Su técnica, en esta: "lo digo con estas variaciones que no ordeno y que repito" (p. 16); o esta: "Un cuaderno de notas para rescatar el ... adiós fiero de los días" (p. 39). O esta: "Me arrojo a las palabras (...) me asaltan las palabras" (p. 99).
Desaforada visión de la escritura, léxico elegíaco, automatismo, conciencia de que se es un homo scriptor -ya lo he dicho- reencarnado en un hombre del Romanticismo en medio del naufragio de la autoidentificación...
De tal desorientación sensitiva, autofagia y expresión desbocada da buena muestra la Nota al poema 438 (p. 191-196).
El autor tal vez debiera convertirse en un Ezra Pound de sí mismo para formalizar sin piedad el poema y convertir la disgregación y repetición en un caudaloso pero armónico verbo: unos pocos textos que reúnan los hallazgos, "los soles por las noches esparcidos".