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lunes, 8 de julio de 2013

Un poema de Idoia Arbillaga (Antología, CXLI. Segunda Serie)

R. Strauss / Ewing: Salomé, Danza de los 7 velos

El Milagro Dormido


Como se dobla el ala del pájaro muerto,
los cimientos del bosque abortaban sus raíces.
En las cuevas de octubre zozobraban barcazas
llenas de insectos; figuras estériles, salinas de yodo.
Mis manos varaban en astilleros de sombra
mientras una asfixia de madera
fundía en óxido el agua.

Llegó en grumos la luz del bosque regalado,
la guardé en mis caderas, y un águila en llamas
ascendió la bóveda de la vagina.
Las ramas traspasaron la gravedad carnosa,
el pericardio altivo, mi umbral de pez ballesta.

La visión moteada de piel
me empapó de tu arcilla de luna.
De color oscilante
como el mar, tus ojos,
tras el párpado que duerme.

Hechas ya mis manos balsa de tu espíritu,
entre ríos de líquido marfil,
mojando el corazón
de soles diminutos.

El pájaro antiguo
asió antorchas de agua
y emerge
por el corazón tubular del abismo.                                                                         
                                             Idoia Arbillaga