Exordio de Marcela
“…y por el amor que me mostráis decís y aun queréis
que esté yo obligada a amaros”. I, XIV
Si amé y sufrí y no quise amar de nuevo,
¿de qué puede quejarse quien me ama
si ya mi corazón huye de amar
para no repetir el sufrimiento?
No me acuses de no sentir, que todos
somos dueños de nuestros pensamientos,
de hilvanarlos, tomarlos y dejarlos;
pero los sentimientos no se imponen,
sino que nacen libres o se van
tan libremente como nos vinieron.
Yo recorro las fuentes y los ríos,
los bosques, el murmullo de los pájaros
y el aroma del viento; y soy dichosa
sin perturbar a la naturaleza
ni a los hombres. Hubiese yo querido
deambular por las venas de un amante,
correr por las montañas de su alma
y ser feliz cogiendo flores, lluvias,
y esparciendo mis besos de tal modo
que en su boca cayesen como frutos.
Pero no ha sido así.
Dices amarme
y yo bien que te creo; y bien quisiera
amarte; pero nada me conmueve
de ti si no es tu sufrimiento. No
me culpes, no amenaces con morir
si no te doy mi amor. Tuya es tu vida
como mi vida es mía.
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