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jueves, 8 de junio de 2023

Cuatro.- La poesía en Alicante.- La década cuarenta

Chopin: Sonata nº 2

CUATRO

BREVE ENSAYO DE INTERPRETACIÓN. LA DÉCADA CUARENTA.

(UNA MIRADA A ALICANTE)

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La poesía en Alicante - LA DÉCADA CUARENTA - UNO

La poesía en Alicante - DOS

TRES - LA POESÍA EN ALICANTE. LA DÉCADA CUARENTA


-III. La mente encarcelada

-6. No hay causa que no sea una consecuencia(Galileo- Cantero)

¿Cuál es la conclusión de todo este anacoluto? ¿Por qué este amor catastrofista, ese fatal destino hacia la pena? ¿Sufrió un desdén Hernández y quiso enamorar con sonetos oscuros a quien apenas tenía luz para leer? ¿Cuál fue la causa del sino encade­nado de Fenoll? ¿Dónde el ananké terrible de Gabriel Sijé? ¿Por qué el fátum castrado de Ramos? Creo que la clave es obvia: se escribe como se lee, se vive como se ha visto vivir, se siente como nos vulneran o ennoblecen la sensibilidad: somos lo que leemos, vemos, oímos, sentimos y —fatalmente, condicionados por— lo que no podemos sentir ni conocer). El Siglo de Oro leído en sus aspectos más sombríos, el franquismo acosante y una Iglesia here­dera de la Contrarreforma fueron (en este caso) las verdaderas musas del Cuarenta. El vasallaje “fingido” al ser amado deviene sumisión a un Dios temido y represión ante una divinidad militar. Y la castidad poética se convierte en castración de la voluntad crítica. Se llega a la conclusión de que el único placer “auténtico” se obtiene con el esfuerzo por conseguir el perdón, el remordimiento es —un cilicio que es— un placer. Por eso la vida debe ser un camino de redención, un purgatorio gratificante porque nos acerca a la felicidad de la vida eterna. Pero, ¿quién ha engendrado la culpa, en qué consiste sino en un temor anónimo, quién nos ha convertido en pecadores y por qué aceptamos ser reos? ¿Por qué se pontifica que el mayor delito del hombre es haber nacido y la muerte la expiación de la culpa? Ese universo mental es el judeocristiano y el que ha desligado la vida de la naturaleza, sometiéndola a sacrificio y expurgación: ¡el infierno está dentro de nosotros!.

Tal vez es este el puzzle sicológico: se hace la mitología del dolor (físico, existencial) y el miedo como castigo: que provoca más terror y sufrimiento: solo exorcisable mediante la renuncia a esta vida, biología causante de las malas —y bue­nas— pasiones: la aceptación del dolor como cilicio redentor, la castración de la ale­gría, el holocausto del placer, la entrega o abandono a las lágrimas como único perdón y fuga de este “valleRecuérdese aquí el lastimero y podredumbroso texto de Gabriel Sijé “Nuestro Padre Jesús ha caminado de nuevo sobre Oleza” (Gaceta de Alicante, 22-X-40): Las calles de Orihuela han vivido su raíz de vieja estampa... asomaban rostros de surcos que... lloraban con lágrimas de rancios cristianos... Y la lágrima es una de las proyecciones más limpias hacia Dios; es un camino de ascensión que se orienta hacia la grandeza del ImperioRecuérdese asimismo el “Manifiesto” de In­timidad Poética, antes citado. O el “Vano es vivir si he de vivir muriendo” en el que se sumerje Pía y Beltrán, por otros motivos, pero sin duda también por ese: el tedio viene de la muerte de los ideales en este caso:

Ah sombras bellas. ¿Dónde, dónde fuisteis? 
¿Nacisteis con la aurora o sois la aurora? 
Vuestra presencia invoco inútilmente
en soledad confusa muero, muero.

                        (Muero, muero...)

Así, estas ciudades “satánicas y sotánicas” generan un concepto de la vida que provoca fugas de la pura existencia como acto biológico: la amputación o sublimación —mixtificación— de la sexualidad, la asunción de la apariencia como única identifi­cación, el contemplativismo de la vida como impostor de su ejercicio y experiencia: todo es considerado un castigo por el delito de haber nacido y no querer renacer kempismente: incluso años más tarde, Carlos Sahagún contemplará el advenimiento de la guerra civil como una destrucción y flamigerio del paraíso edénico (“En el prin­cipiode Profecías del agua), olvidando que el único dios demiurgo del tal exilio era un general francamente poco celestial. Solo Hernández escapa de ese cautiverio “reli­gioso”Y Gil-Albert lo sustituye por los dioses griegos, más comprensivos y anacreónticos.

-7. Toda sinopsis es una mentira” (Einstein- Cantero)

Mientras tanto, y en general bajo ese yugo sicológico, el panorama lucentino es este: Miguel Hernández agonizándose, soñándose en otro cerco de abrazos (el acadé­mico lector observará que faltan versos: los suprimo para que no haya duda de lo que digo —aunque lo que digo se ponga en duda—):

Porque dentro de la triste 
guirnalda del eslabón, 
del sabor a carcelero 
constante y a paredón,
y a precipicio en acecho, 
alto, alegre, libre soy
en tus brazos, donde late 
la libertad de los dos.

            (Antes del odio)

Gil-Albert ensimismándose: con un timbre poemático que no es sino la endecasilabización decadentista —y hedonista— de su prosa, deviene cada vez más narciso de sí mismo (desengaños y huidas del mundanal ruido también las sufrió Góngora Adiós, mundazo, en mi quietud me quedo— puesto a ser Dios de otro mundo nacido también de sus Soledades):

Si tras los años puedo en algún día, 
posado en una roca inexistente,
la gran melancolía de los dioses 
revelar, meditando hacia la tierra, 
diré: yo te conozco, extraño mundo; 
tu horror tu delicia en el recuerdo, 
no me dejan gozar en mis alturas
el reposo anhelado, la corona
de terrenales flores no la siento 
sobre mi sien desnuda y desolada.

                    (A mis manos)

Y también en el siempre alabado “A un carretero que cantaba” (consigo ver lo que tiene de poema —lo mismo que la inmensa mayoría de los tales—pero explíqueseme cuál es su artistidad e imprescindibilidad; supongo que, como siempre, el texto no tiene importancia, sino interés para quienes viven del currículo académico —tan legí­timo: y tan remoroso— y desconocen o no se cuestionan qué cosa sea la creatividad y su sucedaneidad):

Nada ha puesto,
ni el amor, ni los libros, ni el revuelto 
tiempo de mi vivir, tal temple al alma 
como me dio la voz sonambulesca
del que pasaba en medio de las sombras, 
tan pegado a la tierra sin embargo,
como alguien que conoce un gran secreto, 
un secreto terrible que enamora
para siempre, aquí hundido en el regazo 
de una maravillosa pena oscura.

            (A un carretero que cantaba)

Pía y Beltrán clandestinándose: bajo el seudónimo de Pablo Herrera escribe:

Cuando cae la edad sobre los seres súbita 
Y anuda la aflicción al corazón del héroe,
Alguien lleno de tiempo (oh juventud, oh Patria) 
Aguarda una memoria de olvido sobre olvido.

            (Cuando cae la edad)

Valls Jordá se confiesa solo guadiánicamente en castellano no simplemente por reivindicar su otra autoctonía expresiva sino porque esta, como umbilicación con la infancia, le ayuda a aislarse más en el sereno seno materno, a refugiarse mejor en la mismidad infrangibie del útero recobrado como único paraíso —o trinchera— de la existencia: la intimidad solitaria es lo único que les quedaba a quienes no querían venderse a la supervivencia “generalizada.

Vertical concesión del astro bueno
me enciende el corazón, creadora brasa 
que enrojece por dentro el paraíso 
nacido del hervor gris de la nada.

                (Consagración)

Vicente Ramos, espoleador de empresas literarias, dionisíaco en su tanatorismo, coloca a un Dios que acepta aunque no comprende —¿cómo entender a quien escribe adrede con renglones torcidos? —como coartada para su misticismo laico de la supers­tición —como a él, de buena “fe”pero sin obligarse a dudar de la misma, aplicable a tantos otros de todos los tiemposGabriel Sijé hundiéndose en la ciénaga de la represión interior, resultado de ese catolicismo martírico y resaca enfermiza y romanticista, ajeno a todo un mundo alrededor de mi sillón vacío como él mismo reconoce en “La estancia silenciosa” (“Verbo”XI-46); Carlos Fenoll, más del lado de un “sino sangrientotambién parece impermeable al júbilo de la vida, encadenado a un canto autodestructivo:

Todo canta, sin duda, en torno mío,
mas todo, hasta el amor, está ya muerto 
para mí en este instante —que no acierto 
nunca a vencer— de espeso lento hastío.

                (La hora maldita)

Semejante amargura es la del oriolano residente en Valencia, Alejandro GaosLa soledad crecía con la altura de la tristeza” (“Vientos de angustiaValencia, 1947). Manuel Molina, nostálgico liemandiano y aprendiz celayesco, empieza a em­borronar tentativas de solidaridad, como puede verse en el ya citado “Mensaje al ciu­ dadanoRafael Azuar en su apartamiento poético del mundo, inmerso en una “Evocación de las musas”porque: Eternamente habrá un hombre que os sueñe como yo. Incluso hay quien, teniendo la alienación servida, la había exaltado como mesiánica autenticidad: Antonio Giménez Puerto y su ya también mencionada “Nueva recon­quista”O este sesgamiento interpretativo de la vida cotidiana (“trascripción” de Abelardo Linares en Gaceta de Alicante, 8-VI-39).

Esta es la augusta jornada
en que con mayor holgura 
el pecho en la fe se inflama, 
viendo la vida que vuelve, 
viendo que resurge España 
al conjuro milagroso
del CAUDILLO que la exalta.

Otros, además de los citados, que pululan por tertulias, revistas y colecciones (Estilo, Verbo... Leila, Ifach) y otras consecuencias no sé si de la contumelia poética, la conturbación la ingenuidad —en todo caso, del esfuerzo— de los adalides (im)prescindibles en todo tiempo y palestra que se injustiprecie, son Francisco Sali­nas, Pascual Micó, Santiago Moreno...

Continuará


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