Es cómodo instalarse en una creencia y edificar sobre ella nuestra vida. Pero si no estamos alertas a los cambios del paisaje humano nos estancaremos en un dogmatismo intolerante castrador de toda evolución.
Porque siempre habrá una mente más sabia e inteligente que la nuestra que rebatirá nuestros argumentos. De manera que creer que lo que creemos es incuestionable solo significa que somos contumaces.
Es preciso aceptar no solo que todo es relativo y que cultivamos la verdad que nos interesa, sino que hay verdades sincrónicas o coyunturales y verdades diacrónicas. Estas implican la aceptación de que las otras son solamente válidas para un momento o una época.
Tal escepticismo conduce a un sentimiento agónico de la vida, puesto que todos necesitamos un punto de apoyo desde el que partir. Sin embargo, quien supera esa agonía como la mayor de las indefensiones de la condición humana puede honrar sus pensamientos y sus obras, ya que no admite la infalibilidad y certifica la voluntad de acertar. Significa que huye de los dogmatismos fanáticos, como digo, causa de toda intolerancia y violencia.
Reconocer que nos equivocamos no es culparnos, sino superarnos: porque vivir es aprender a vivir mejor.
Reconocer que nos equivocamos no es culparnos, sino superarnos: porque vivir es aprender a vivir mejor.
Toda verdad es una perspectiva de la mente que la propia mente invalidará desde otra perspectiva.
Solo busca la verdad quien duda de todas ellas. Quien no duda no busca la verdad.
Solo busca la verdad quien duda de todas ellas. Quien no duda no busca la verdad.