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domingo, 1 de febrero de 2015

El abrazo temido

Sibelius: Vals Triste

Como sus experiencias amorosas la habían hecho sufrir más que gozar, cuando encontró, de nuevo, a quien la amaba vivió más su temor a perderlo que el gozo que le producía sentirlo. 

Tal vez seguía los medrosos pasos del poema de Neruda: "Para que nada nos separe, que no nos una nada". Quizá hubiese debido seguir los de Cantero: "Nadie puede matar lo que he vivido". Seguramente se atuvo al verso de Quevedo al definir el amor como "Un cobarde con nombre de valiente". 

Bien pudiera haberse decidido por el carpe diem becqueriano de "Amémonos hoy y mañana digámonos adiós", para vivir y conservar lo vivido, al menos, en el recuerdo. Pero el miedo a sufrir hace que anticipemos el sufrimiento.

Lo cierto es que cuando la sospecha se apoderó de ella prefirió matar su condición, según Rioja,  de "Pura, encendida rosa", y convirtió al sospechoso, sin pruebas, en culpable. 

Así fue como produjo dos daños: el propio, al encarcelarse en su laberinto, y el de quien, inocente, había llegado a amarla.
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El abrazo amoroso