No es poeta el que se autocalifica como tal y posa para que así lo consideren, y se agrega al rebaño de los tales.
No es poeta el que cuando escribe piensa en el aplauso de sabios o de necios.
No es poeta el rapsoda, sino el que dice, silencioso, la palabra profunda que emerge de su búsqueda y deja que esta sea pronunciada por la voz del lector, íntima, propia, no escrita para él pero sí publicada para él.
Hay tan pocos poetas que para encontrar uno habría que tachar a cuantos impostores los ocultan con su fariseísmo.