En los salmanticenses claustros del Palacio de Anaya, 46 años después, continúa sonando el último verso de Oniria:
La vida es el lugar donde morimos.
La vida es el lugar donde morimos.
La vida es el lugar donde morimos.
La vida es el lugar donde morimos.
La vida es el lugar donde morimos.
La vida es el lugar donde morimos.
La vida es el lugar donde morimos.
La vida es el lugar donde morimos.
La vida es el lugar donde morimos.
La vida es el lugar donde morimos.