La vida es el arte de la sensación y la experiencia, no de las convenciones sociales: quien detiene la sensación para controlar sus consecuencias ya no vive lo que siente, sino lo que se permite sentir: está cambiando la Naturaleza natural por la naturaleza artificial: defiende la cultura del convencionalismo: el alienamiento. Así, el amor se convierte en contrato y la solidaridad en complicidad. Y, así, los rostros en máscaras.