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domingo, 6 de octubre de 2013

El abrazo suicida

Ravel: Pavana

Jamás olvidaría aquel rostro inocente perpetrando el ensayo del suicidio: Ella, embozada en el propio sonrojo que en realidad la delataba, con sus guedejas rubias en forma de bufanda ocultando su cuello, la pamela inclinada y los ojos espías, buscando el instante preciso para hurtar la carta pública donde le decía que la amaba, donde podría leer las mágicas palabras a las que siempre podría recurrir cuando necesitase saber que fue una vez amada, ella, la hermosa y perseguida, inconsciente de su propio atractivo y de la persecución que todas las miradas le expandían. Aquel recuerdo no desaparecía: saber que él era todo lo que ella esperaba, que era un sueño soñado por tan hermosa dama, Doña Hermosa, Doña Preciosa, Altísima Princesa, como solía llamarla, pero igualmente a todas.

¿Y aquella noche sin estrellas, sin ojos, con alcohol y tristeza, con el cabello atado como una horca amorosa, los rizos negreyentes cayendo sobre el pecho, la lluvia deslizando su humedad por la piel y las sábanas locas resbalando como una enredadera descendente, dejando al descubierto sus cuerpos enredados en la ardiente armonía de no saber quién era cada uno, de ser tanto ya el otro copulado, abrazado, erotizado, amado? Y de repente, en medio de la noche, abrir los ojos desde la lejanía del sueño y verla absorta observando, mirándome amorosa y asesina, tierna y desvencijada, con la mano empuñando un cuchillo y la alucinación en la mirada y el miedo y la sorpresa y hazme el amor de nuevo, y rodar otra vez y exhalar la ambrosía de la sexualidad, la extenuación, la sangre galopando y perdiéndose en la noche.

¡Cómo evitar la presencia de aquel cuerpo gozoso al que se suponía que debía amar, y que mientras agonizaba solo era un motivo para que espiase sus propios sentimientos a fin de escribivirlos! Utilizar la muerte ajena (era imposible utilizar la propia) para convertirla en escritura, nada más. Eso fue todo. Y así es siempre.

Demasiada vida que pasó sin vivirse, mentes desestimadas, cuerpos abandonados, cadáveres aún vivos en la memoria hostil. Fragmentos de identidad, recuerdos. Juventud ignorada que nunca se repite y que regresa menos cuanto más se persigue.